A estas alturas de la vida ya no sé si celebrar el triunfo de la democracia en algunas naciones latinoamericanas, caso de Chile, que acaba de hacerse de un presidente, por decir lo menos extraordinario en varios sentidos, o como lo sugería mi amigo Toño de Saint-Exupéry: preocuparme por la calidad de los gobiernos que están emanando del voto libre del pueblo en nuestra hermosa América Latina.
La llegada de Gabriel Boric al Palacio de la Moneda en Santiago, edificio en el que perdió la vida en un golpe de estado, en el año 1973, el presidente socialista Salvador Allende, me llena de emoción, pero también de inquietudes, no solamente económicas o políticas, sino aeronáuticas.
Y es que si bien la democracia chilena de la postdictadura pinochetista ha demostrado la madurez necesaria como para hacernos pensar que está blindada mediante el voto de los ciudadanos contra la mala gestión de cualquier grupo gobernante, mismo que permitiría retirarle del poder en la siguiente elección por medio de un nuevo proceso democrático, lo cierto es que los latinoamericanos hemos sido víctimas de las consecuencias de la irrupción del populismo en nuestros palacios presidenciales y congresos nacionales, y testigos de cómo algunos de estos patéticos personajes, de izquierda o derecha, no solamente erran en muchas decisiones, sino lo más lamentable: hacen esfuerzos por perpetuarse en el cargo y por ende eternizar las consecuencias de sus equivocadas políticas públicas.
Me entero que con una eventual reelección de Luiz Inacio Lula a la presidencia del Brasil, algunos gobiernos latinoamericanos de izquierda están visualizando la creación de un eje que sirva para consolidar sus agendas políticas, económicas y estratégicas, por cierto con tintes antinorteamericanos, pero en favor de chinos y rusos, haciendo las delicias de los verdaderamente grandes enemigos de las democracias occidentales, caso de aquellos que han llevado la sangre a correr a tierras ucranianas y de quienes están prestos a hacer lo propio en la bella Formosa, hoy día Taiwan.
Pero vayamos a lo aeronáutico:
De la misma manera que el doctor Allende por poco logra que la entonces gubernamental LAN Chile se hiciese de sendos pero inviables, eficientemente hablando, Ilyushin 62 de fabricación soviética para cubrir rutas de largo alcance su flota, muy al estilo de aerolíneas como Cubana de Aviación (Cuba) y Aeronica (Nicaragua) que también operaron en nuestra región equipos de la extinta URSS, no debemos descartar ahora que los flamantes mandatarios de este hermoso subcontinente le hagan un guiño ya sea a Beijing o a Moscú y decidan incorporar a la oferta de sus aerolíneas bandera, se me ocurre, desde Irkut MC-21 de la tierra del vodka, hasta CR-929 de cabina ancha producto del esfuerzo de estos últimos con los de la tierra de Mao, desconociendo, o en su defecto, haciendo caso omiso de la experiencia de la mexicana Interjet con sus Sukhoi Superjets.
Como solamente había ocurrido en tiempos en los años 40, 50 y 60 del siglo XX, el mundo se está dividiendo en dos bloques: los que veneran a Lincoln y los que veneran a Lenin. Desgraciadamente muchas naciones al sur del río Bravo se están alineando con los dictadores, o como les decía Saint-Ex, “Baobabs”, los cuales, tal y como se ha demostrado, son muy proclives a “facilitar” algunas cosas a los gobiernos afines a ellos, aún en contra de los mejores intereses de sus naciones dándoles acceso a sus riquezas naturales, llámese minería, alimentos o a su estratégica ubicación geográfica a cambio de favores representados en metálico que generalmente, no siempre es cierto, terminan en cuentas en paraísos fiscales.
La verdad es que no me gustaría ver aviones rusos y chinos en las aerolíneas de Chile o de cualquier otra aerolínea de mi continente, por lo menos hasta que se demuestre en los hechos que son seguras, económicas, no contaminantes, cómodas y cuentan con el respaldo de sus fabricantes para ser eficientes, es decir, que se justifiquen, tanto como no me gustaría ver la repetición en la tierra de Pablo Neruda de los fracasos de los gobiernos populistas de naciones como Argentina, Cuba, Nicaragua, Perú, Venezuela y debo decirlo: México.
Lo siento estimado lector o lectora, la llegada de Boric a la presidencia de Chile me puso a pensar en Salvador Allende y sus IL-62. “Toco madera”.
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