En las terminales aéreas de playa, caso de Cancún Puerto Vallarta y San José del Cabo esto parece ser cierto, toda vez que opera cada día más rutas y frecuencias, no así en el AICM, al que originalmente comenzó a unir sin escalas con el Aeropuerto “John Wayne” de Santa Ana, California y con el “William Hobby” de Houston, Texas, abandonando sorpresivamente no hace mucho tiempo la ruta al primero, concentrándose en el texano como su único destino desde el aeropuerto más importante de América Latina.
Durante el muy publicitado proceso de reasignación de slots de Aeroméxico y Delta en fechas recientes, la de Dallas, Texas, se había hecho dos valiosos slots para vuelos desde el AICM, hacia Los Ángeles, California (LAX) y Fort Lauderdale, Florida, lo cual hacía pensar que también en ese aeropuerto la operadora estaría teniendo éxito.
Atendiendo una lógica sustentada en la historia, la mayor operadora de Boeing 737’s en el orbe debería haber hecho ruido en el mercado de nuestra principal terminal aérea en cualquier destino que eligiese servir, de ahí que su decisión de enviarle una nota informativa al Departamento de Transporte de los Estados Unidos en el sentido que ponía definitivamente esos dos slots a disposición de otras aerolíneas haya resultado desconcertante. Todo indica que serán asignados a la mexicana VivaAerobus.
Pero, ¿qué es lo que falló para que una compañía capaz de revolucionar los mercados en los que opera no lo haya logrado realmente en un aeropuerto con una demanda tan grande como es el AICM?
¿Será que sus diferenciables ya no son tan claros y por ende ha perdido competitividad?
¿Exceso de oferta y los consiguientes bajos márgenes de rendimiento en las rutas?
¿Mercados flojos?
¿Sus canales de venta o distribución?
¿Cambio de estrategia o temas de optimización de empleo de recursos, como serían aeronaves?
¿El modelo Southwest no funciona bien en rutas internacionales?
¿Tiempos de despacho en el AICM?
¿No haber entendido su mercado?
Sin duda son muchos planteamientos, a los que sin embargo se debe agregar otra gran incógnita: ¿Qué le depara el futuro a Southwest en México, en particular en su ciudad capital, si es que tiene alguno?
Lo cierto es que casos como estos validan una hipótesis que he sostenido a lo largo de mi vida profesional: El negocio del aerotransporte no responde a la lógica con la que percibimos otras industrias y por ende es fascinante.
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