La Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM) sí que celebra el Día de Muertos. No importa que nuestros puertos estén saturados, que estemos al cierre de la temporada alta, que haya cargas retenidas ilegalmente por sus sospechas de que algo puede andar mal, eso no apremia. Hoy es un día para honrar la memoria de quienes se fueron antes que los que aún seguimos aquí. Si usted se quiere quejar de su servicio, mejor hágase el muertito y déjese llevar.
Tampoco crea que el día de asueto se lo tomarán para reflexionar sobre lo bien o mal que hacen su trabajo. No importa lo que usted piense o juzgue de sus actos y que con ellos le transmitan, como imitando a alguien, que la ley se la pasan por el Arco del Triunfo cuando se les da por hacer “inspección de cargas” que mejor se pierden o se echan a perder antes de cumplir esa pretensiosa “inspección de cargas”.
En un puerto, por ejemplo, un embarque de 13 isotanques fue varado para su “inspección”. De nada sirvió que previamente ya los mismos habían sido revisados a pie de buque y que se había presentado la documentación para desaduanizar. Pasaron los días y la “inspección” no se hacía. El agente aduanal preguntó qué hacía falta para completar el proceso. Los “inspectores” no tenían las mangueras ni sabían cómo hacer para extraer una muestra del líquido contenido y enviarla al laboratorio. Los días seguían pasando. El dueño se ofreció a facilitar las cosas, dar apoyo con sus mangueras para agilizar el proceso. La respuesta siempre fue negativa. El pobre cliente esperemos no haya muerto en el intento por recuperar aquella mercancía y su capital.
Y es bien cierto lo que sentencia el dicho de que algún día irremediablemente todos vamos a estar muertos, pero para la ANAM pareciera que ya lo da por hecho.
El cabotaje en su laberinto
Han sido muchos los intentos por lanzar rutas de cabotaje en nuestro país que acerquen regiones vía el transporte marítimo y nos beneficiemos de las economías de escala, sacar tráfico de las carreteras, reducir emisiones a la atmósfera, etcétera, pero realmente las condiciones son complicadas para hacerlo realidad.
Un estudio realizado por una compañía interesada en unir los puertos de Lázaro Cárdenas o Manzanillo con Ensenada se encontró con que los costos de maniobras nada más representarían entre el 37 y el 45% de la tarifa, lo cual reduce significativamente el margen para solventar el resto de las variables dentro de la estructura de costos. Esto en gran medida tiene que ver con nuestro modelo de desarrollo que no ha privilegiado la producción industrial en nuestras costas, sino tierra adentro verbigracia bajío, Monterrey, San Luis Potosí.
Otro factor que inhibe el lanzamiento de estos servicios es que sin una política pública que impulse a la industria y al comercio a subirse a estos servicios como una sola ola, la labor comercial uno a uno en ambos extremos de la ruta, consume demasiado tiempo para convencer a usuarios y juntar la masa crítica necesaria para el arranque del servicio, de tal forma en que los acuerdos comerciales preliminares se pueden caer en el tiempo que tomaría esa misión.
Un ejemplo real es el esfuerzo de varios años que una naviera tomó para consolidar acuerdos comerciales en una ruta marítima entre Veracruz y Progreso, Yucatán. Las condiciones en el mercado marítimo cambiaron durante la pandemia al dispararse el costo de los buques, difiriendo el lanzamiento del servicio. De regreso a la normalidad muchos clientes ya han olvidado el compromiso de apostar sus cargas por aquel servicio y otros compradores de los usuarios ya han cambiado, así que el esfuerzo previo se esfumó.
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