Estoy completamente de acuerdo. Hay viajes importantes como ese viaje turístico que siempre se ha soñado hacer, el que tiene como objetivo cerrar el gran negocio, o el que se hace para curarse de alguna enfermedad, pero nada como trasladarse de un lugar a otro para reencontrarse con un ser querido.
“Personas que son destinos” dice asimismo la campaña. ¡Genial! Y es que lo he vivido en carne propia por razones que no tiene caso explicar en este momento, mis posibilidades de viajar se han reducido, dejando lejos los tiempos en los que me daba el lujo de subir a un avión treinta o más veces al año y las pocas oportunidades en las que me puedo encontrar a bordo de una aeronave las aprovecho más bien para hacer una visita personal, que un viaje turístico.
De esta manera, Guadalajara ya no es la sede de algunas de mis favoritas ferias comerciales, sino el lugar en el que mi madrina de bautizo disfruta de sus años dorados; a Madrid no vuelo para comerme una paella en la Plaza Mayor, sino a visitar a la familia, y en San Diego, ya no busco ni a Lindbergh ni al Espíritu de San Luis, sino a mi hijo Juan Pablo.
Lo mismo hago por vía terrestre. Los kilómetros que le sumo al auto generalmente tienen un mismo destino: la casa de mis pequeños hidalguenses, y si subo a un autobús que se dirija a Querétaro, no es para visitar a esos clientes que alguna vez me dieron de comer, sino para sentarme en una mesa con mis amigos Gerardo y Sergio.
No cabe duda, la publicidad es una forma de comunicación íntimamente relacionada con las emociones y los de Aeroméxico y quienes les asesoraron, por lo menos en mi caso, tocaron fibras sensibles con esta campaña que veo como un paso natural, congruente, pero también ambicioso, en una estrategia de promoción relacionada con su slogan: “La línea que nos une”, un ejercicio al que le puedo sumar además la virtud de humanizar un tanto, el cada vez más impersonal negocio del aerotransporte, algo que irónicamente pone a la aerolínea ante el enorme reto de asegurar niveles de atención que protejan la calidad a la experiencia de realizar, nada menos que el más importante viaje de la vida de un pasajero (ahí el diferenciador respecto al concepto de simplemente unir a personas), mismo que en mayor o menor grado se puede arruinar con un eventual mal servicio.
Para nadie es un secreto que uno de los peores errores que puede cometer un proveedor es jugar con las emociones de sus clientes, generando en ellos, mediante su publicidad, expectativas que en la práctica simple y sencillamente no puede cumplir.
Estoy seguro que los de Aeroméxico comprenden la magnitud del compromiso que ellos mismos se han impuesto. La verdad, los felicito.
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