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El combate al cambio climático es el desafío que define a nuestra época y del cual depende nuestro futuro. Para revertir el calentamiento de la Tierra, es urgente reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). Tan solo el sector del transporte es responsable del 40% de las emisiones de CO2 en América Latina y del 20% de las correspondientes a México.
En la Conferencia de las Partes (COP27) en 2022, el gobierno mexicano se comprometió a reducir en un 35% sus emisiones de dióxido de carbono para 2030. Adicionalmente, en la reciente Cumbre de Líderes de América del Norte se acordó transitar hacia la electromovilidad entre países vecinos, para lo cual se creó un Grupo de Trabajo para la Electrificación del Transporte. Este grupo elaboró una serie de recomendaciones para construir la infraestructura de recarga y establecer un estándar común a la región. Estos esfuerzos para impulsar la electromovilidad son, sin lugar a duda, indispensables para lograr las metas climáticas regionales.
La electromovilidad forma parte de una transición energética que implica depender cada vez menos del uso de hidrocarburos. Para impulsarla, primero hay que superar una gran barrera: la creación de la infraestructura que servirá como pieza clave para la recarga de los vehículos eléctricos. Sin la construcción de puntos de recarga -conocidos como electrolineras- la transición hacia la electromovilidad se retrasará.
De acuerdo con los pronósticos de especialistas, la demanda de vehículos eléctricos en México crecerá de manera importante en los próximos años. Se estima que para 2030 habrá un parque de 195 mil unidades en el país y que para 2041 se necesitarán unos 38 mil puntos de carga. Si se toma en cuenta que actualmente solo hay alrededor de siete mil vehículos eléctricos y 14 mil híbridos, es necesario atender los principales desafíos para cubrir esta demanda.
Parte del reto implica establecer una cooperación activa entre el sector privado y el gobierno. Las empresas privadas son quienes fabrican los vehículos eléctricos y operan (en muchos casos) la infraestructura de transporte. Pero sin una política pública que oriente los recursos y esfuerzos nacionales hacia la electromovilidad y la generación de energía limpia, será muy difícil crear la infraestructura indispensable para su funcionamiento.
Las políticas públicas del país deben fomentar la construcción de las electrolineras tomando en cuenta varios factores. Sería óptimo crear esquemas de coinversión pública y privada, dado el elevado monto de las inversiones necesarias. Adicionalmente, se requiere una planeación cuidadosa para elegir los espacios geográficos para instalar las estaciones de carga. La distribución de la energía es otro reto importante, dado que hay que asegurar que la electricidad llegue a zonas poco urbanizadas para garantizar que los vehículos tengan acceso a puntos de recarga durante trayectos largos por el país.
Desde la perspectiva de los concesionarios de infraestructura vial, para afrontar estos desafíos, el diálogo y la cooperación con los gobiernos locales marcará la diferencia. Entre ambas partes se pueden fijar reglas que alienten la inversión. Otro aspecto importante sería buscar que los títulos de concesión de nueva generación incluyan metas claras -con plazos factibles- para la construcción de infraestructura, así como esquemas flexibles que se adapten a la realidad cambiante de la industria.
A nivel global ya hay innovaciones interesantes que podemos tomar en cuenta como guías. Por ejemplo, Aleatica forma parte de un esfuerzo multisectorial para promover la movilidad cero emisiones en Italia. Junto con universidades, el sector público y otras empresas, creamos la Arena del Futuro, un circuito de 1 km de carretera cuyo asfalto tiene por debajo un sistema de bobinas de recarga inalámbrica que permite que los vehículos eléctricos que cuenten con el dispositivo correspondiente se carguen mientras circulan por la vía. Esta tecnología muestra que la electromovilidad puede conseguirse no solo con puntos de recarga de las baterías, sino eventualmente también con el uso de tecnología que definirá la movilidad del futuro.
Nos encontramos en un punto de inflexión fascinante que requiere fomentar la innovación y el trabajo en equipo. Para lograr que México no se quede atrás en la transición hacia la electromovilidad, debemos identificar los desafíos concretos que afrontamos y trazar una hoja de ruta de planes realistas que día a día pavimenten nuestro avance.
Itzel Meyenberg actualmente es directora global de comunicación en Aleatica.
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