No obstante ello, pareciera que nuestro diseño de políticas públicas está más orientado a castigarla en vez de premiarla, lo cual ha generado que este sector no crezca en el mercado interno a la misma velocidad que lo hace en otros países con igual o incluso menor ingreso per cápita.
Hablamos de que por cada mil habitantes en el país se venden ocho autos nuevos, mientras que en Brasil y Argentina el estándar se ubica en 20 autos por cada mil habitantes. El tema de tan pobres resultados registrados el año pasado y este, es la falta de políticas públicas que incentiven la modernización de la flota vehicular.
En contrasentido de lo que dice el propio sentido común, en México mantenemos desde hace tiempo las fronteras abiertas a la libre importación de autos usados procedentes de los Estados Unidos. Esta situación ha alterado los equilibrios en el mercado de los autos usados, lo cual lo ha deprimido y rezagado la posibilidad de que se de una mayor renovación, lo cual sería recomendable en un país donde el promedio de edad vehicular es de 14.5 años.
¿Cuál es el fenómeno que está ocurriendo? Que los bajos precios de los autos importados le compiten a los nacionales, depreciando su valor. De esta forma, la cadena virtuosa de que alguien con un auto 96 lo venda para comprar un modelo 2000 y el dueño de éste a su vez, se compre un 2006, y éste un auto del año, se ha fracturado y estos saltos ya no se dan en la forma en que se hacía hasta antes de la apertura de la frontera.
Según datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), este año entrarán más de 400 mil vehículos “chocolate” mientras que el año anterior ingresaron 600 mil provenientes de Estados Unidos.
Para ponerlo en perspectiva, este año se estima que se venderán 990 mil vehículos nuevos, cuando de acuerdo con la consultoría AT Kearney deberían estarse vendiendo un millón y medio, la AMIA sin embargo, opina que podrían ser un millón 800 mil para estar al nivel que Brasil y Argentina.
Lo perverso de las malas políticas públicas gubernamentales, es que además de abrir la libre importación, no se discrimina ni se depura ese ingreso, ya que éstas unidades entran libremente sin ser sujetas a ningún tipo de normatividad. Ese no es el caso para los autos nuevos, a los cuales se les aplican restricciones medioambientales, un cierto índice autorizado de emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de haberse demostrado que todo el parque nuevo que ingresa cada año, produce el 2% del total de emisiones consumiendo sólo el 4% del combustible equivalente a 45 millones de litros de gasolina, lo cual al final logra un avance general en la reducción de emisiones del 0.3 por ciento.
Lo absurdo, es que los 400 mil autos chatarra que este año ingresarán, contaminarán 43 veces más que los autos nuevos, y a esos no se les aplica ninguna restricción, y hoy, son sólo seis estados del país los que tienen programas de verificación obligatoria, que además no están totalmente homologados, de tal forma en que no existen restricciones para desincentivar a la circulación de los autos más contaminantes en el país.
La AMIA ha dicho que el diseño de políticas públicas puede promover el despegue de la industria automotriz más allá de donde se ubica, exportando la mayoría de los autos que se producen en México, al fortalecer el mercado interno, generando un beneficio nacional y un mayor desarrollo económico del país.
Será uno de los retos del nuevo gobierno, impulsar a esta industria con políticas más congruentes que nos hagan cada vez más acercarnos a los países más avanzados. De otra forma, con el esquema actual, el país tiende más a acercarse a las naciones menos desarrolladas.
No obstante ello, pareciera que nuestro diseño de políticas públicas está más orientado a castigarla en vez de premiarla, lo cual ha generado que este sector no crezca en el mercado interno a la misma velocidad que lo hace en otros países con igual o incluso menor ingreso per cápita.
Hablamos de que por cada mil habitantes en el país se venden ocho autos nuevos, mientras que en Brasil y Argentina el estándar se ubica en 20 autos por cada mil habitantes. El tema de tan pobres resultados registrados el año pasado y este, es la falta de políticas públicas que incentiven la modernización de la flota vehicular.
En contrasentido de lo que dice el propio sentido común, en México mantenemos desde hace tiempo las fronteras abiertas a la libre importación de autos usados procedentes de los Estados Unidos. Esta situación ha alterado los equilibrios en el mercado de los autos usados, lo cual lo ha deprimido y rezagado la posibilidad de que se de una mayor renovación, lo cual sería recomendable en un país donde el promedio de edad vehicular es de 14.5 años.
¿Cuál es el fenómeno que está ocurriendo? Que los bajos precios de los autos importados le compiten a los nacionales, depreciando su valor. De esta forma, la cadena virtuosa de que alguien con un auto 96 lo venda para comprar un modelo 2000 y el dueño de éste a su vez, se compre un 2006, y éste un auto del año, se ha fracturado y estos saltos ya no se dan en la forma en que se hacía hasta antes de la apertura de la frontera.
Según datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), este año entrarán más de 400 mil vehículos “chocolate” mientras que el año anterior ingresaron 600 mil provenientes de Estados Unidos.
Para ponerlo en perspectiva, este año se estima que se venderán 990 mil vehículos nuevos, cuando de acuerdo con la consultoría AT Kearney deberían estarse vendiendo un millón y medio, la AMIA sin embargo, opina que podrían ser un millón 800 mil para estar al nivel que Brasil y Argentina.
Lo perverso de las malas políticas públicas gubernamentales, es que además de abrir la libre importación, no se discrimina ni se depura ese ingreso, ya que éstas unidades entran libremente sin ser sujetas a ningún tipo de normatividad. Ese no es el caso para los autos nuevos, a los cuales se les aplican restricciones medioambientales, un cierto índice autorizado de emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de haberse demostrado que todo el parque nuevo que ingresa cada año, produce el 2% del total de emisiones consumiendo sólo el 4% del combustible equivalente a 45 millones de litros de gasolina, lo cual al final logra un avance general en la reducción de emisiones del 0.3 por ciento.
Lo absurdo, es que los 400 mil autos chatarra que este año ingresarán, contaminarán 43 veces más que los autos nuevos, y a esos no se les aplica ninguna restricción, y hoy, son sólo seis estados del país los que tienen programas de verificación obligatoria, que además no están totalmente homologados, de tal forma en que no existen restricciones para desincentivar a la circulación de los autos más contaminantes en el país.
La AMIA ha dicho que el diseño de políticas públicas puede promover el despegue de la industria automotriz más allá de donde se ubica, exportando la mayoría de los autos que se producen en México, al fortalecer el mercado interno, generando un beneficio nacional y un mayor desarrollo económico del país.
Será uno de los retos del nuevo gobierno, impulsar a esta industria con políticas más congruentes que nos hagan cada vez más acercarnos a los países más avanzados. De otra forma, con el esquema actual, el país tiende más a acercarse a las naciones menos desarrolladas.
No obstante ello, pareciera que nuestro diseño de políticas públicas está más orientado a castigarla en vez de premiarla, lo cual ha generado que este sector no crezca en el mercado interno a la misma velocidad que lo hace en otros países con igual o incluso menor ingreso per cápita.
Hablamos de que por cada mil habitantes en el país se venden ocho autos nuevos, mientras que en Brasil y Argentina el estándar se ubica en 20 autos por cada mil habitantes. El tema de tan pobres resultados registrados el año pasado y este, es la falta de políticas públicas que incentiven la modernización de la flota vehicular.
En contrasentido de lo que dice el propio sentido común, en México mantenemos desde hace tiempo las fronteras abiertas a la libre importación de autos usados procedentes de los Estados Unidos. Esta situación ha alterado los equilibrios en el mercado de los autos usados, lo cual lo ha deprimido y rezagado la posibilidad de que se de una mayor renovación, lo cual sería recomendable en un país donde el promedio de edad vehicular es de 14.5 años.
¿Cuál es el fenómeno que está ocurriendo? Que los bajos precios de los autos importados le compiten a los nacionales, depreciando su valor. De esta forma, la cadena virtuosa de que alguien con un auto 96 lo venda para comprar un modelo 2000 y el dueño de éste a su vez, se compre un 2006, y éste un auto del año, se ha fracturado y estos saltos ya no se dan en la forma en que se hacía hasta antes de la apertura de la frontera.
Según datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), este año entrarán más de 400 mil vehículos “chocolate” mientras que el año anterior ingresaron 600 mil provenientes de Estados Unidos.
Para ponerlo en perspectiva, este año se estima que se venderán 990 mil vehículos nuevos, cuando de acuerdo con la consultoría AT Kearney deberían estarse vendiendo un millón y medio, la AMIA sin embargo, opina que podrían ser un millón 800 mil para estar al nivel que Brasil y Argentina.
Lo perverso de las malas políticas públicas gubernamentales, es que además de abrir la libre importación, no se discrimina ni se depura ese ingreso, ya que éstas unidades entran libremente sin ser sujetas a ningún tipo de normatividad. Ese no es el caso para los autos nuevos, a los cuales se les aplican restricciones medioambientales, un cierto índice autorizado de emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de haberse demostrado que todo el parque nuevo que ingresa cada año, produce el 2% del total de emisiones consumiendo sólo el 4% del combustible equivalente a 45 millones de litros de gasolina, lo cual al final logra un avance general en la reducción de emisiones del 0.3 por ciento.
Lo absurdo, es que los 400 mil autos chatarra que este año ingresarán, contaminarán 43 veces más que los autos nuevos, y a esos no se les aplica ninguna restricción, y hoy, son sólo seis estados del país los que tienen programas de verificación obligatoria, que además no están totalmente homologados, de tal forma en que no existen restricciones para desincentivar a la circulación de los autos más contaminantes en el país.
La AMIA ha dicho que el diseño de políticas públicas puede promover el despegue de la industria automotriz más allá de donde se ubica, exportando la mayoría de los autos que se producen en México, al fortalecer el mercado interno, generando un beneficio nacional y un mayor desarrollo económico del país.
Será uno de los retos del nuevo gobierno, impulsar a esta industria con políticas más congruentes que nos hagan cada vez más acercarnos a los países más avanzados. De otra forma, con el esquema actual, el país tiende más a acercarse a las naciones menos desarrolladas.
No obstante ello, pareciera que nuestro diseño de políticas públicas está más orientado a castigarla en vez de premiarla, lo cual ha generado que este sector no crezca en el mercado interno a la misma velocidad que lo hace en otros países con igual o incluso menor ingreso per cápita.
Hablamos de que por cada mil habitantes en el país se venden ocho autos nuevos, mientras que en Brasil y Argentina el estándar se ubica en 20 autos por cada mil habitantes. El tema de tan pobres resultados registrados el año pasado y este, es la falta de políticas públicas que incentiven la modernización de la flota vehicular.
En contrasentido de lo que dice el propio sentido común, en México mantenemos desde hace tiempo las fronteras abiertas a la libre importación de autos usados procedentes de los Estados Unidos. Esta situación ha alterado los equilibrios en el mercado de los autos usados, lo cual lo ha deprimido y rezagado la posibilidad de que se de una mayor renovación, lo cual sería recomendable en un país donde el promedio de edad vehicular es de 14.5 años.
¿Cuál es el fenómeno que está ocurriendo? Que los bajos precios de los autos importados le compiten a los nacionales, depreciando su valor. De esta forma, la cadena virtuosa de que alguien con un auto 96 lo venda para comprar un modelo 2000 y el dueño de éste a su vez, se compre un 2006, y éste un auto del año, se ha fracturado y estos saltos ya no se dan en la forma en que se hacía hasta antes de la apertura de la frontera.
Según datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), este año entrarán más de 400 mil vehículos “chocolate” mientras que el año anterior ingresaron 600 mil provenientes de Estados Unidos.
Para ponerlo en perspectiva, este año se estima que se venderán 990 mil vehículos nuevos, cuando de acuerdo con la consultoría AT Kearney deberían estarse vendiendo un millón y medio, la AMIA sin embargo, opina que podrían ser un millón 800 mil para estar al nivel que Brasil y Argentina.
Lo perverso de las malas políticas públicas gubernamentales, es que además de abrir la libre importación, no se discrimina ni se depura ese ingreso, ya que éstas unidades entran libremente sin ser sujetas a ningún tipo de normatividad. Ese no es el caso para los autos nuevos, a los cuales se les aplican restricciones medioambientales, un cierto índice autorizado de emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de haberse demostrado que todo el parque nuevo que ingresa cada año, produce el 2% del total de emisiones consumiendo sólo el 4% del combustible equivalente a 45 millones de litros de gasolina, lo cual al final logra un avance general en la reducción de emisiones del 0.3 por ciento.
Lo absurdo, es que los 400 mil autos chatarra que este año ingresarán, contaminarán 43 veces más que los autos nuevos, y a esos no se les aplica ninguna restricción, y hoy, son sólo seis estados del país los que tienen programas de verificación obligatoria, que además no están totalmente homologados, de tal forma en que no existen restricciones para desincentivar a la circulación de los autos más contaminantes en el país.
La AMIA ha dicho que el diseño de políticas públicas puede promover el despegue de la industria automotriz más allá de donde se ubica, exportando la mayoría de los autos que se producen en México, al fortalecer el mercado interno, generando un beneficio nacional y un mayor desarrollo económico del país.
Será uno de los retos del nuevo gobierno, impulsar a esta industria con políticas más congruentes que nos hagan cada vez más acercarnos a los países más avanzados. De otra forma, con el esquema actual, el país tiende más a acercarse a las naciones menos desarrolladas.
No obstante ello, pareciera que nuestro diseño de políticas públicas está más orientado a castigarla en vez de premiarla, lo cual ha generado que este sector no crezca en el mercado interno a la misma velocidad que lo hace en otros países con igual o incluso menor ingreso per cápita.
Hablamos de que por cada mil habitantes en el país se venden ocho autos nuevos, mientras que en Brasil y Argentina el estándar se ubica en 20 autos por cada mil habitantes. El tema de tan pobres resultados registrados el año pasado y este, es la falta de políticas públicas que incentiven la modernización de la flota vehicular.
En contrasentido de lo que dice el propio sentido común, en México mantenemos desde hace tiempo las fronteras abiertas a la libre importación de autos usados procedentes de los Estados Unidos. Esta situación ha alterado los equilibrios en el mercado de los autos usados, lo cual lo ha deprimido y rezagado la posibilidad de que se de una mayor renovación, lo cual sería recomendable en un país donde el promedio de edad vehicular es de 14.5 años.
¿Cuál es el fenómeno que está ocurriendo? Que los bajos precios de los autos importados le compiten a los nacionales, depreciando su valor. De esta forma, la cadena virtuosa de que alguien con un auto 96 lo venda para comprar un modelo 2000 y el dueño de éste a su vez, se compre un 2006, y éste un auto del año, se ha fracturado y estos saltos ya no se dan en la forma en que se hacía hasta antes de la apertura de la frontera.
Según datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), este año entrarán más de 400 mil vehículos “chocolate” mientras que el año anterior ingresaron 600 mil provenientes de Estados Unidos.
Para ponerlo en perspectiva, este año se estima que se venderán 990 mil vehículos nuevos, cuando de acuerdo con la consultoría AT Kearney deberían estarse vendiendo un millón y medio, la AMIA sin embargo, opina que podrían ser un millón 800 mil para estar al nivel que Brasil y Argentina.
Lo perverso de las malas políticas públicas gubernamentales, es que además de abrir la libre importación, no se discrimina ni se depura ese ingreso, ya que éstas unidades entran libremente sin ser sujetas a ningún tipo de normatividad. Ese no es el caso para los autos nuevos, a los cuales se les aplican restricciones medioambientales, un cierto índice autorizado de emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de haberse demostrado que todo el parque nuevo que ingresa cada año, produce el 2% del total de emisiones consumiendo sólo el 4% del combustible equivalente a 45 millones de litros de gasolina, lo cual al final logra un avance general en la reducción de emisiones del 0.3 por ciento.
Lo absurdo, es que los 400 mil autos chatarra que este año ingresarán, contaminarán 43 veces más que los autos nuevos, y a esos no se les aplica ninguna restricción, y hoy, son sólo seis estados del país los que tienen programas de verificación obligatoria, que además no están totalmente homologados, de tal forma en que no existen restricciones para desincentivar a la circulación de los autos más contaminantes en el país.
La AMIA ha dicho que el diseño de políticas públicas puede promover el despegue de la industria automotriz más allá de donde se ubica, exportando la mayoría de los autos que se producen en México, al fortalecer el mercado interno, generando un beneficio nacional y un mayor desarrollo económico del país.
Será uno de los retos del nuevo gobierno, impulsar a esta industria con políticas más congruentes que nos hagan cada vez más acercarnos a los países más avanzados. De otra forma, con el esquema actual, el país tiende más a acercarse a las naciones menos desarrolladas.
No obstante ello, pareciera que nuestro diseño de políticas públicas está más orientado a castigarla en vez de premiarla, lo cual ha generado que este sector no crezca en el mercado interno a la misma velocidad que lo hace en otros países con igual o incluso menor ingreso per cápita.
Hablamos de que por cada mil habitantes en el país se venden ocho autos nuevos, mientras que en Brasil y Argentina el estándar se ubica en 20 autos por cada mil habitantes. El tema de tan pobres resultados registrados el año pasado y este, es la falta de políticas públicas que incentiven la modernización de la flota vehicular.
En contrasentido de lo que dice el propio sentido común, en México mantenemos desde hace tiempo las fronteras abiertas a la libre importación de autos usados procedentes de los Estados Unidos. Esta situación ha alterado los equilibrios en el mercado de los autos usados, lo cual lo ha deprimido y rezagado la posibilidad de que se de una mayor renovación, lo cual sería recomendable en un país donde el promedio de edad vehicular es de 14.5 años.
¿Cuál es el fenómeno que está ocurriendo? Que los bajos precios de los autos importados le compiten a los nacionales, depreciando su valor. De esta forma, la cadena virtuosa de que alguien con un auto 96 lo venda para comprar un modelo 2000 y el dueño de éste a su vez, se compre un 2006, y éste un auto del año, se ha fracturado y estos saltos ya no se dan en la forma en que se hacía hasta antes de la apertura de la frontera.
Según datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), este año entrarán más de 400 mil vehículos “chocolate” mientras que el año anterior ingresaron 600 mil provenientes de Estados Unidos.
Para ponerlo en perspectiva, este año se estima que se venderán 990 mil vehículos nuevos, cuando de acuerdo con la consultoría AT Kearney deberían estarse vendiendo un millón y medio, la AMIA sin embargo, opina que podrían ser un millón 800 mil para estar al nivel que Brasil y Argentina.
Lo perverso de las malas políticas públicas gubernamentales, es que además de abrir la libre importación, no se discrimina ni se depura ese ingreso, ya que éstas unidades entran libremente sin ser sujetas a ningún tipo de normatividad. Ese no es el caso para los autos nuevos, a los cuales se les aplican restricciones medioambientales, un cierto índice autorizado de emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de haberse demostrado que todo el parque nuevo que ingresa cada año, produce el 2% del total de emisiones consumiendo sólo el 4% del combustible equivalente a 45 millones de litros de gasolina, lo cual al final logra un avance general en la reducción de emisiones del 0.3 por ciento.
Lo absurdo, es que los 400 mil autos chatarra que este año ingresarán, contaminarán 43 veces más que los autos nuevos, y a esos no se les aplica ninguna restricción, y hoy, son sólo seis estados del país los que tienen programas de verificación obligatoria, que además no están totalmente homologados, de tal forma en que no existen restricciones para desincentivar a la circulación de los autos más contaminantes en el país.
La AMIA ha dicho que el diseño de políticas públicas puede promover el despegue de la industria automotriz más allá de donde se ubica, exportando la mayoría de los autos que se producen en México, al fortalecer el mercado interno, generando un beneficio nacional y un mayor desarrollo económico del país.
Será uno de los retos del nuevo gobierno, impulsar a esta industria con políticas más congruentes que nos hagan cada vez más acercarnos a los países más avanzados. De otra forma, con el esquema actual, el país tiende más a acercarse a las naciones menos desarrolladas.
No obstante ello, pareciera que nuestro diseño de políticas públicas está más orientado a castigarla en vez de premiarla, lo cual ha generado que este sector no crezca en el mercado interno a la misma velocidad que lo hace en otros países con igual o incluso menor ingreso per cápita.
Hablamos de que por cada mil habitantes en el país se venden ocho autos nuevos, mientras que en Brasil y Argentina el estándar se ubica en 20 autos por cada mil habitantes. El tema de tan pobres resultados registrados el año pasado y este, es la falta de políticas públicas que incentiven la modernización de la flota vehicular.
En contrasentido de lo que dice el propio sentido común, en México mantenemos desde hace tiempo las fronteras abiertas a la libre importación de autos usados procedentes de los Estados Unidos. Esta situación ha alterado los equilibrios en el mercado de los autos usados, lo cual lo ha deprimido y rezagado la posibilidad de que se de una mayor renovación, lo cual sería recomendable en un país donde el promedio de edad vehicular es de 14.5 años.
¿Cuál es el fenómeno que está ocurriendo? Que los bajos precios de los autos importados le compiten a los nacionales, depreciando su valor. De esta forma, la cadena virtuosa de que alguien con un auto 96 lo venda para comprar un modelo 2000 y el dueño de éste a su vez, se compre un 2006, y éste un auto del año, se ha fracturado y estos saltos ya no se dan en la forma en que se hacía hasta antes de la apertura de la frontera.
Según datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), este año entrarán más de 400 mil vehículos “chocolate” mientras que el año anterior ingresaron 600 mil provenientes de Estados Unidos.
Para ponerlo en perspectiva, este año se estima que se venderán 990 mil vehículos nuevos, cuando de acuerdo con la consultoría AT Kearney deberían estarse vendiendo un millón y medio, la AMIA sin embargo, opina que podrían ser un millón 800 mil para estar al nivel que Brasil y Argentina.
Lo perverso de las malas políticas públicas gubernamentales, es que además de abrir la libre importación, no se discrimina ni se depura ese ingreso, ya que éstas unidades entran libremente sin ser sujetas a ningún tipo de normatividad. Ese no es el caso para los autos nuevos, a los cuales se les aplican restricciones medioambientales, un cierto índice autorizado de emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de haberse demostrado que todo el parque nuevo que ingresa cada año, produce el 2% del total de emisiones consumiendo sólo el 4% del combustible equivalente a 45 millones de litros de gasolina, lo cual al final logra un avance general en la reducción de emisiones del 0.3 por ciento.
Lo absurdo, es que los 400 mil autos chatarra que este año ingresarán, contaminarán 43 veces más que los autos nuevos, y a esos no se les aplica ninguna restricción, y hoy, son sólo seis estados del país los que tienen programas de verificación obligatoria, que además no están totalmente homologados, de tal forma en que no existen restricciones para desincentivar a la circulación de los autos más contaminantes en el país.
La AMIA ha dicho que el diseño de políticas públicas puede promover el despegue de la industria automotriz más allá de donde se ubica, exportando la mayoría de los autos que se producen en México, al fortalecer el mercado interno, generando un beneficio nacional y un mayor desarrollo económico del país.
Será uno de los retos del nuevo gobierno, impulsar a esta industria con políticas más congruentes que nos hagan cada vez más acercarnos a los países más avanzados. De otra forma, con el esquema actual, el país tiende más a acercarse a las naciones menos desarrolladas.
No obstante ello, pareciera que nuestro diseño de políticas públicas está más orientado a castigarla en vez de premiarla, lo cual ha generado que este sector no crezca en el mercado interno a la misma velocidad que lo hace en otros países con igual o incluso menor ingreso per cápita.
Hablamos de que por cada mil habitantes en el país se venden ocho autos nuevos, mientras que en Brasil y Argentina el estándar se ubica en 20 autos por cada mil habitantes. El tema de tan pobres resultados registrados el año pasado y este, es la falta de políticas públicas que incentiven la modernización de la flota vehicular.
En contrasentido de lo que dice el propio sentido común, en México mantenemos desde hace tiempo las fronteras abiertas a la libre importación de autos usados procedentes de los Estados Unidos. Esta situación ha alterado los equilibrios en el mercado de los autos usados, lo cual lo ha deprimido y rezagado la posibilidad de que se de una mayor renovación, lo cual sería recomendable en un país donde el promedio de edad vehicular es de 14.5 años.
¿Cuál es el fenómeno que está ocurriendo? Que los bajos precios de los autos importados le compiten a los nacionales, depreciando su valor. De esta forma, la cadena virtuosa de que alguien con un auto 96 lo venda para comprar un modelo 2000 y el dueño de éste a su vez, se compre un 2006, y éste un auto del año, se ha fracturado y estos saltos ya no se dan en la forma en que se hacía hasta antes de la apertura de la frontera.
Según datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), este año entrarán más de 400 mil vehículos “chocolate” mientras que el año anterior ingresaron 600 mil provenientes de Estados Unidos.
Para ponerlo en perspectiva, este año se estima que se venderán 990 mil vehículos nuevos, cuando de acuerdo con la consultoría AT Kearney deberían estarse vendiendo un millón y medio, la AMIA sin embargo, opina que podrían ser un millón 800 mil para estar al nivel que Brasil y Argentina.
Lo perverso de las malas políticas públicas gubernamentales, es que además de abrir la libre importación, no se discrimina ni se depura ese ingreso, ya que éstas unidades entran libremente sin ser sujetas a ningún tipo de normatividad. Ese no es el caso para los autos nuevos, a los cuales se les aplican restricciones medioambientales, un cierto índice autorizado de emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de haberse demostrado que todo el parque nuevo que ingresa cada año, produce el 2% del total de emisiones consumiendo sólo el 4% del combustible equivalente a 45 millones de litros de gasolina, lo cual al final logra un avance general en la reducción de emisiones del 0.3 por ciento.
Lo absurdo, es que los 400 mil autos chatarra que este año ingresarán, contaminarán 43 veces más que los autos nuevos, y a esos no se les aplica ninguna restricción, y hoy, son sólo seis estados del país los que tienen programas de verificación obligatoria, que además no están totalmente homologados, de tal forma en que no existen restricciones para desincentivar a la circulación de los autos más contaminantes en el país.
La AMIA ha dicho que el diseño de políticas públicas puede promover el despegue de la industria automotriz más allá de donde se ubica, exportando la mayoría de los autos que se producen en México, al fortalecer el mercado interno, generando un beneficio nacional y un mayor desarrollo económico del país.
Será uno de los retos del nuevo gobierno, impulsar a esta industria con políticas más congruentes que nos hagan cada vez más acercarnos a los países más avanzados. De otra forma, con el esquema actual, el país tiende más a acercarse a las naciones menos desarrolladas.