Suponga usted que ya está operando el Tren Maya y que quiere aprovechar esta modalidad de transporte en sus próximas vacaciones a la Riviera Maya. Imagine que un tour que quiere hacer después de aterrizar en el aeropuerto de Cancún, es ir a una de las siete maravillas del mundo, la zona arqueológica de Chichén Itzá. Después de recoger su equipaje prepárese para una caminata de 6.7 kilómetros con su equipaje bajo aquel sol abrasador y humedad del 80%, para poder llegar a la estación terminal de Cancún que en línea recta está también muy pero muy lejos, 1.6 kilómetros, nada más. La alternativa no es otra más que tomar un taxi de esos que le roban, perdón, quisimos decir, le cobran como 600 u 800 pesos por llevarlo a esa distancia.
La otra opción ahora que para diciembre -ha dicho el presidente-, ya estará operativo el aeropuerto de Tulum, sería volar a este destino. No sabemos si sea un adagio o un símbolo que tenga que ver algo con la cultura Maya y su sapiencia en las matemáticas, pero coincidentemente la distancia vial que lo separa de la estación del tren también es de 6.7 kilómetros, y en línea recta, son 2.6 kilómetros de terminal aérea a terminal férrea.
No, no se queje ni piense usted que este gobierno debería tener un pensamiento logístico o más práctico para pensar en todos los detalles de intermodalidad y conectividad móvil. México no es como Europa para que usted quiera caminar apenas 300 o 400 metros de pasillos automáticos en estos aeropuertos y conectar con el Tren Maya. Aquí no podemos renunciar a nuestra fama de país surrealista donde Franz Kafka, habría sido un escritor costumbrista.
No importa construir infraestructura sin conectividad. Aeropuertos sin conexión terrestre, estaciones de ferrocarril que no conectan más que con una carretera, trenes que no llegan a ninguna parte. Total, en la foto todo se ve bien, y lo más importante… se hacen con honestidad.
Solos contra el mundo
No es fácil ser empresario del transporte en este país. No sólo las empresas del autotransporte están expuestas a los peligros en carretera en muchas regiones donde el Estado ha cedido por inacción el control a los grupos de poder fácticos, sino además a esas extorsiones también se suman las de autoridades institucionales.
O cómo se le puede llamar a la aparición al unísono de representantes de las secretarías del Trabajo, de Medio Ambiente, Desarrollo Económico y de Protección Civil, para supuestamente hacer auditorías a las instalaciones de un par de compañías autotransportistas en el municipio de Cuautitlán Izcalli, Estado de México.
Llama la atención también que no hayan pasado ni tres días hábiles de la toma de protesta de la nueva gobernadora de la entidad mexiquense, cuando los solícitos representantes de estas autoridades actuaron de manera conjunta “buscando que todo estuviera en orden”.
La extorsión formal e informal no para en nuestro país cuando el momentum que vivimos, precisamente lo que más demanda es un blindaje de nuestro Estado de Derecho para salir catapultados al espacio sideral en cuanto a la atracción de inversiones productivas, que generen los empleos e impuestos que tanto requerimos para tener un Estado robusto y competitivo.
No cabe duda, que el grueso de los resultados que se logren en los meses por venir, serán más por la terquedad de los empresarios por seguir adelante contra viento, marea, inseguridad y corrupción.
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