El presidente transitó en poco más de 10 horas entre Salina Cruz y Coatzacoalcos a bordo de un tren de pasajeros. Y anunció así el arranque próximo de un servicio ferroviario de pasajeros entre esos dos puertos de la región del Istmo de Tehuantepec, la zona más angosta de nuestro país entre el océano Pacífico y el Golfo de México. La historia ya no llamó a sorpresa porque este gobierno, si de algo no ha carecido, es de ocurrencias. Así, anticipó lo que en breve será una realidad, la prestación de un servicio ferroviario de pasajeros por parte del Estado y, consecuentemente, una fuente más de extracción de recursos del presupuesto federal mediante el pago de subsidios para su manutención.
En los años 90 al gobierno le quedó claro que aquí y en China los ferrocarriles de pasajeros viven gracias a los subsidios del gobierno. Por ello su política fue desaparecerlos en momentos en que la movilidad de personas había crecido de forma más eficiente a través del servicio del ómnibus y el automóvil, y el Estado priorizó su foco en renglones como salud, educación, infraestructura y seguridad. Pese a esa verdad, este gobierno está apostando de nueva cuenta a distraer recursos públicos en un ferrocarril de pasajeros como una panacea para el desarrollo de la región sur-sureste del país.
Para ello se han importado de Estados Unidos carros y locomotoras antiguos de Amtrak, que suponemos han sido remodelados, y también de Inglaterra, de la Great Western Railway. En ambos casos hablamos de equipos que operaron en los años 70 en esos países. Son efectivos para lo que se les requiere, no precisamente es la mejor propuesta medio ambiental, pero servirán. Lo que asalta la duda es la dualidad de tecnología. Unos equipos con diseño americano y otros europeos que entre sí no son capaces de conectarse. Vaya, el proyecto mismo no ha sido suficientemente transparente para opinar más allá de las inquietudes que a la distancia despierta la toma de decisiones que se están tomando sobre el equipamiento que tendrá dicho ferrocarril.
Lo que sí está claro es que la rentabilidad social de este proyecto, como otros de este gobierno, más que valor lo que aportará será otro gasto permanente al erario.
Tormenta perfecta en frontera norte
Las cosas no están fáciles para nuestro comercio exterior con los Estados Unidos estos días. Por un lado, las intermitencias que ha presentado el sistema electrónico de la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM), han ralentizado los cruces en frontera. Por el otro, la crisis migratoria en ciudades como El Paso y Eagle Pass, Texas, ha obligado a que varios agentes del CBP que revisan la carga se distraigan a la revisión de expedientes de personas que quieren pasar a los Estados Unidos buscando ser asilados por ese país. Además, Ferromex interrumpió el servicio al norte de más de 60 trenes ante el excesivo abordaje de indocumentados a sus gusanos de acero que ponen en riesgo la seguridad de las personas. Y por si algo faltara, el gobernador del estado de Texas, Greg Abbott, otra vez ha impuesto la revisión de operadores y camiones acusando que los indocumentados se cuelan por todos lados y en un afán por abonarle electoralmente a sus aspiraciones a la candidatura republicana a la presidencia de ese país.
Ahora sí, como diría el clásico, éramos muchos y parió la abuela.
El caso es que mientras tanto, los cruces promedio de cuatro horas se han pasado a 10 y 12 horas en fronteras como Piedras Negras-Eagle Pass, Ciudad Juárez-El Paso y Nuevo Laredo-Laredo. Y no hay más que tener paciencia a que las cosas se vayan resolviendo poco a poco.
Obviamente, sería de mucha ayuda que las autoridades federales en nuestro país se tomaran su trabajo en serio para restablecer el Estado de derecho a lo largo y ancho de nuestro territorio.
Comenta y síguenos en Twitter: @GrupoT21
