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Algo me dice que la aerolínea de ultra bajo costo Spirit Airlines, con base en la Florida, Estados Unidos, muy pronto va a sumar frecuencias a sus tres vuelos regulares directos y sin escalas entre el Aeropuerto “Austin-Berstrom” que sirve a la capital texana y el “Mariano Escobedo” que atiende al área metropolitana de Monterrey, Nuevo León, si es que no debe enfrentar competencia en la ruta a raíz del muy comentado anuncio por parte de Tesla Motors de haber elegido a la siempre moderna y muy americanizada megalópolis al pie del Cerro de la Silla para instalar en sus cercanías una enorme planta automotriz especializada en vehículos eléctricos, ganándole la partida a otras geografías no solamente del extranjero, sino inclusive mexicanas, que peleaban por esta importante instalación industrial.
Algo me dice también que no solamente la infraestructura aeroportuaria administrada por OMA en el municipio de Apodaca, Nuevo León, verá mucho más tráfico de pasajeros y carga entre Austin y Monterrey, sino también el histórico Aeropuerto Internacional del Norte, localizado sobre la carretera a Nuevo Laredo en el mismo municipio, en el que es de esperarse frecuentarán aterrizajes de aviones privados de los ejecutivos de Tesla, sus socios y proveedores.
Y es que la inversión de Tesla en Nuevo León y el eventual incremento de los desplazamientos hacia la nueva fábrica, procedentes especialmente de los Estados Unidos, me ofrece una valiosa oportunidad para tratar de explicar a mis lectores con lo que quiero pensar es un ejemplo concreto y claro de cómo es que se incentiva y atiende la demanda de un medio de transporte, algo que no puede ocurrir ni por decreto, ni con base en suposiciones, sino como resultado ya sea de detectar mediante los correspondientes estudios especializados profesionalmente elaborados, oportunidades no atendidas en los mercados o estar pendientes de la génesis de nuevas, tal y como está ocurriendo con la ruta Monterrey-Austin, donde por cierto tiene sus oficinas corporativas la armadora automotriz del empresario sudafricano, canadiense y norteamericano Elon Musk.
Esta premisa la adopté y he ido consolidando desde que me enteré, hace décadas, que la existencia de una planta de Celanese Mexicana en el estado de Jalisco le daba a la empresa tráfico de personas y paquetes suficiente para mantener un cuasi servicio aéreo regular entre Ocotlán, Jalisco, y la capital de la república empleando un Grumman Gulsfream I, modelo con capacidad de hasta 24 pasajeros en los que volaban ejecutivos, colaboradores y proveedores, además de documentos y refacciones importantes de la textilera. Hablando de Gulfstreams, irónicamente estos son los aviones preferidos de Musk que está por sumar a su flota aérea en este 2023 nada menos que un G700.
Otro ejemplo interesante es la ruta regular que operaba Pan Am entre el aeropuerto “John F. Kennedy” de Nueva York y el Aeropuerto Internacional de Providenciales en las Islas Turcas y Caicos, mismo que, cuenta la leyenda, tenía mucho que ver con el amor que la familia Trippe tenía por el destino caribeño, donde habían ubicado una residencia de fin de semana. Parece ser que le salía más barato explotar la ruta un par de veces a la semana con ejecutivos de Pan Am, amigos de los Trippe y por ahí algún viajero, que sufragar el costo de vuelos ejecutivos.
El punto que quiero hacer ver en esta entrega es que el establecimiento de un servicio de transporte, debe atender una demanda demostrada que lo haga viable ya sea financiera, social, corporativa o estratégicamente, tal y como estoy seguro lo hará la regia planta de Tesla Motors en la ruta Austin-Monterrey, a la que le anticipo un exitoso futuro, como se lo veo a la economía de neoleonesa, siempre a la vanguardia y competitiva en lo que a lo industrial toca, con el valor agregado de proveer los que algunos consideramos son los mejores servicios de hotelería y gastronomía en México para el turismo de negocios.
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