No es la primera vez, y me temo que no será la última, en la que aborde el tema del sindicalismo en alguna de mis columnas de opinión; de hecho a finales del año 2021 lo hice luego de haberme enterado de la decisión del Grupo Aeroméxico de solicitar a la Secretaria de Trabajo nada menos que dar por terminados los contratos colectivos de trabajo que mantenía con la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores de México, por sus siglas ASPA, y con la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación de México (ASSA), a raíz de las para entonces fallidas negociaciones con dichos sindicatos destinadas a obtener de ellos concesiones relacionadas con algo tan preocupante como era a esas alturas la posibilidad de que Aeroméxico de plano dejase de volar, algo que no me sorprendió; al final de cuentas, desde que comencé a enterarme de las realidades del quehacer del aerotransporte he sido testigo de tensiones en la relación patrón-trabajador en el sector, mismas que se han traducido invariablemente en demoras y cancelaciones de vuelos “por falta de cooperación” por parte de los colaboradores, tal y como se afirma ha ocurrido recientemente en notas periodísticas y opiniones en las redes sociales.
Este analista no está en posición al momento de enviar a mis editores este texto, de juzgar y menos aún opinar sobre a cuál de las partes le asiste la razón, materia de los jueces y autoridades. Lo que definitivamente me queda claro es que creo que ha llegado el momento de replantear de manera integral el esquema de contratación colectiva en el aerotransporte mexicano, incluyendo no solamente en las aerolíneas, sino también en aeropuertos y proveedores de servicios, caso de los de control de tránsito aéreo, en los que el tema sindical es también complejo.
Hay que reconocerlo: la aviación comercial de hoy dista mucho de ser aquella en la que comencé a actuar hace ya casi cinco décadas; los actuales modelos de negocios y gestión operativa han impuesto un enorme reto tanto para patrones como para trabajadores y autoridades a la hora de encontrar un esquema que les permita a los primeros mantenerse competitivos en el mercado, a los segundos que les sean respetados sus derechos laborales y a las últimas de velar por la seguridad, eficiencia y la sostenibilidad de los servicios, cumpliendo invariablemente con la normatividad nacional e internacional en la materia, misma que por cierto, también ofrece áreas de oportunidad para contribuir a reducir las tensiones en comento, en especial a lo que a definiciones claras y concretas de los límites de lo aplicable y aceptable toca.
El asunto no es para nada sencillo de abordar; como todo lo aeronáutico, los temas que inciden en la operación de una aeronave, en especial los que impactan la seguridad, terminan resultando sumamente complejos, tanto así que requieren de verdaderos expertos a la hora de abordarlos en el marco de una disputa laboral, y algo muy importante, además: objetividad a la hora de hacerlo. Y es que en la medida en la que a las partes involucradas “no les caiga el veinte” que es tiempo de hacer las cosas de manera diferente en materia de contratación colectiva, la cual debo dejar bien claro debe seguir siendo la norma, en especial tomando en cuenta el historial de abusos a los que los trabajadores de todos los sectores son sometidos por algunos empleadores públicos y privados, el clima de tensión y por ende de ineficiencia que impera por ejemplo en estos tiempos en Aeroméxico, simple y sencillamente no va a cambiar.
“El horno no está para bollos”; la coyuntura interna y externa ha colocado a las aerolíneas mexicanas en una posición muy difícil de la que normalmente suelen manejar, considerando las originales variables del “negocio”, como para que ahora patrones y trabajadores se sigan dando de golpes en un ring operativo, mediático y legal.
La autoridad federal, comenzando por la Secretaría de Trabajo y por la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes deben intervenir para asegurar que las partes lleguen a ese indispensable entendimiento “ganar-ganar” en el marco de un ambiente de negocios en el que las ganancias tienden a reducirse aún más.
Quien crea que un colaborador de una aerolínea puede obtener como ingreso o prestaciones lo que se lograba hace 50 o 60 años está muy equivocado, como lo están quienes piensan que los criterios de rentabilidad del aerotransporte del año 2023 son los mismos que imperaban antes de que comenzase en el año 1978 en los Estados Unidos bajo la administración de un presidente James Carter, que nos enteramos, está viviendo sus últimos días en la Tierra.
Irónicamente, quizás ha llegado el momento para también nosotros, los actores del aerotransporte, cerremos capítulos y dejemos a un lado prácticas y conceptos del pasado que en el escenario moderno no ayudan en nada.
Insisto, no solamente hay que hacerlo, sino también hay que llevarlo a cabo asegurándose que los derechos y obligaciones de las partes involucradas se respeten, algo que me da la impresión no ha quedado del todo claro, por lo menos a la hora de manejar el tema de las relaciones contractuales a nivel individual como colectivo, estás últimas materia de este comentario editorial que no pretende denostar nada, sino llamar la atención de las partes para que se privilegie el bien del aerotransporte, que es el bien de México y los mexicanos sobre los intereses y ambiciones personales, que me queda claro también son legítimas, pero que como todo lo humano a veces pierden noción de una realidad que nos guste o no termina por imponerse, como siento es el caso con el modelo de alta eficiencia operativa que ha transformado a la aviación comercial de ese medio de acceso restringido solamente a las carteras personales, familiares, empresariales o gubernamentales más llenas, a un avión cada día al alcance de más mexicanos y mexicanas, algo que me parece maravilloso, tanto así que por beneficio social debemos preservarlo.
Por favor no me mal interprete estimado lector, especialmente si usted es parte de una contratación colectiva o miembro de un sindicado del sector aéreo, no pretendo que se acabe el modelo, simple y sencillamente opino que debe cambiar, eso sí, dentro de la legalidad administrativa y operativa vigente y dentro también de lo que el mercado demanda.
Hago votos para que, en beneficio de México, las tensiones laborales en nuestra aerolínea bandera se reduzcan muy pronto, algo en lo que debo insistir, tienen mucho que contribuir las correspondientes autoridades.
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