No lo voy a negar, independientemente de mi fascinación por los aviones, la verdad es que me encantan todos los medios de transporte. Nunca voy a olvidar cuando mi padre nos llevaba al malecón del puerto de Veracruz para ver esos enormes barcos de carga, tiempos mozos en los que una experiencia similar se podía repetir en Acapulco, pero incluyendo en esta última la posibilidad de ver algún gran crucero de pasajeros. Es más, me tocó ver anclado en esas aguas al impresionante “Queen Elizabeth II”.
En una nota publicada el 18 de noviembre de 2020 en el portal de noticias T21 compartí la reacción de mi madre al enterarse de mi intención de convertirme en piloto, afirmando que me iba a convertir en un “chofer de avión”. Agregué que hay que reconocer que una vida vale lo mismo en cualquier tipo de transporte y que quienes están a cargo de operar los equipos de cada medio se enfrentan a la misma responsabilidad en este sentido, claro está con complejidades de operación diferentes. Recuerdo haber puesto como ejemplo lo que enfrenta quien opera un gran tractocamión con un “full” a toda carga a sus espaldas, lidiando con esos tramos carreteros famosamente peligrosos ya sea por causas climáticas o su trazado.
La noticia, por cierto, de alguna manera ridiculizada por un periódico de alcance nacional con un encabezado que lee “No es choro”, publicada el 8 de febrero pasado en el sentido de que el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) Campus Tampico, Tamaulipas, abrirá en agosto próximo, a petición del sector empresarial, la carrera de “Profesional técnico bachiller en Autotransporte”, me parece algo digno de ser destacado y comentado en una columna, como quiero pensar es la que suelo firmar en la que no dudo en llamar la atención hacia los problemas no solamente de mi adorado aerotransporte, sino también, cuando me es posible, es decir, cuando tengo algo valioso que compartir con mis lectores de los demás medios.
Y es que la idea de contar con una nueva generación de operadores de autotransporte debidamente preparados atiende no solamente la abrumadora demanda nacional y por ahí global de este tipo de profesionales, sino también la imperiosa necesidad de que los mismos se formen bajo los principios de seguridad, eficiencia, sostenibilidad, sustentabilidad y calidad que deberían regir en todos los transportes.
Con una duración de seis semestres, el programa de estudios bien podría llevar a los egresados a obtener un título y una cédula profesional como Técnico Superior Universitario, tal y como ocurre con mis muy estimados colegas del aéreo.
Qué bueno que la noticia del inicio de estos cursos no es “choro”, sino una realidad, por cierto, una muy agradable realidad por la que hay que felicitar al Conalep de Tampico. Es más, creo que no sería mala idea que otros planteles educativos copien la idea y México pueda contar con más hombres y mujeres manejando con destreza, prudencia, economía, ecología y productividad los vitales vehículos de autotransporte en los caminos y ciudades de México y el mundo. ¡Y cuidado! Digo el mundo, debido a que en una de esas nos los andan robando los norteamericanos y canadienses para atender sus propias y muy imperiosas necesidades de contar con los operadores que requiere su transporte terrestre, algo que supone un gran reto para el empresario mexicano del sector que sin duda deberá encontrar la manera de retenerlos.
¡Enhorabuena para el Conalep de Tampico!
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