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No lo sé para usted, pero para quien redacta esta columna, el año 2022, para bien o para mal, he ahí el debate, tuvo un gran protagonista: el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, mejor conocido como AIFA, terminal aérea con la que en los pasados 12 meses tuve cercana relación personal y profesional.
Todo comenzó ese 21 de marzo en el que me regalé el privilegio de ser parte de su historia al sumarme a los pasajeros de sus vuelos inaugurales, en mi caso con destino a Cancún a bordo de un Airbus A320 de Volaris, surrealista experiencia como todo lo mexicano, a la que en este 2021 sumé rutas desde el AIFA con destino a Guadalajara, Monterrey y Tijuana, no solamente en la de Enrique Beltranena, sino también en la de Juan Carlos Zuazua (Viva Aerobus); desgraciadamente la aerolínea de Andrés Conesa (Aeroméxico) no me ha ofrecido opciones competitivas para atender mis necesidades de viaje desde Tecamac/Zumpango, de ahí que no acumulé despegue alguno en ella.
En torno a “Santa Lucía” giran las mismas emociones que rodean la gestión de la actual administración federal, es decir, se le ama o se le odia; hay quienes están convencidos de que su construcción y diseño fueron un acierto, como hay quienes simple y sencillamente lo aborrecen, considerándolo un desperdicio de recursos públicos. La terminal aérea construida y operada por la Secretaría de la Defensa Nacional ha sido uno de los más importantes generadores de noticias y contenidos en los medios y en las redes sociales en este 2022 que está por concluir.
Lo cierto es que ahí está el AIFA, justo en aquellos terrenos a que los aeronáuticos de antaño solíamos acudir para hacer una visita a instalaciones militares, notoriamente la Base Aérea Número 1, tratando de atraer pasajeros y carga “a como dé lugar”, aun cuando ello suponga otorgar en él quintas libertades y cabotaje a operadoras extranjeras. Así lo dejo. Ahí está un nuevo aeropuerto para el Valle de México compitiendo contra Toluca, Cuernavaca, Puebla, Querétaro y contra un poderoso enemigo: el Aeropuerto Internacional “Benito Juárez” de la Ciudad de México (AICM), infraestructura que valiéndose de su ubicación geográfica, lucha virtualmente por su vida conforme algunas voces, este analista incluido, creemos que habiéndose materializado una obra de la magnitud y potencial del AIFA , lo mejor que le puede pasar a México es que se cierre el AICM, por lo menos a la aviación comercial de pasajeros y carga, y así el fisco deje de resentir el impacto que debe actualmente absorber en lo que toca a asignación de recursos con tal de mantener operando adecuadamente el “Felipe Ángeles”.
En mi opinión, no solamente la actual temporada alta decembrina, sino el año venidero serán cruciales en el futuro del AIFA. En lo personal estaré pendiente por ejemplo de la evolución de los resultados de la experiencia de una aerolínea en particular, me refiero a la panameña COPA, caso al que he definido como la gran “prueba de fuego” para el aeropuerto. Y es que tal y como lo he dicho en comentarios anteriores, el éxito o el fracaso de la operación de COPA en el “Felipe Ángeles” seguramente dará un poderoso mensaje al resto de las aerolíneas extranjeras actualmente operando en el AICM respecto a la conveniencia o no de mudar parcial o totalmente su operación en el Valle de México hacia tierras de mamuts.
Como apasionado de la calidad en el servicio, creo que debo respetuosamente insistir que los administradores de esta hermosa, cómoda y moderna terminal aérea no deben bajar la guardia, en especial en temas relacionados con la aplicación del contenido del Anexo 9 “Facilitación” al Convenio de Chicago sobre Aviación Civil Internacional. El no hacerlo, seguirá dando mucho de qué hablar (negativamente) a sus detractores, entre los cuales, hay que de aclarar, no podría incluirme, debido a que tiendo a admirar lo que se logró hacer como ingeniería en tan poco tiempo.
Creo que la posición de este columnista es pública: Texcoco debió ser concluido y puesto en operación con todo su potencial de desarrollo, terminando así con la historia del AICM, pero también estoy convencido que habiéndose hecho realidad un aeropuerto tan ambicioso en cuanto a instalaciones y atractivo arquitectónico como el AIFA, está en los mejores intereses de los mexicanos y de su aviación sacarle el máximo provecho. Al final de cuentas la última palabra la tiene la demanda.
Que el 2023 sea para usted, estimado lector o lectora un gran año, pero en especial uno muy, pero muy aeronáutico.
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