Dicen, siento que con toda la razón, que “locura es esperar resultados diferentes haciendo las cosas igual”.
¿Qué necesidad tenía, me pregunto, cierta infraestructura de transporte de copiar, casi literalmente, el modelo de otra terminal, particularmente famosa por la mala calidad de sus servicios y por los pobres resultados que obtiene en toda clase de evaluaciones? ¿Por qué no aprender de ello y hacer las cosas de manera diferente y más cuando se trata de una nueva obra?
Me da la impresión que muchas de las dolencias de las que nuestros medios de comunicación y transporte adolecen tienen mucho que ver con cerrar la puerta a lo disruptivo. Y es que por más que un funcionario le muestre a otro “poco receptivo” que dos más dos son cuatro y no tres, los arraigos, las culturas, los miedos, los celos y por ahí cierta mezquindad y corrupción, contribuyen a que por ejemplo un imperfecto y a todas luces negativo manual técnico en una entidad sea replicado casi en su totalidad en otra, insisto, más nueva.
Hace unos días fui testigo de cómo una funcionaria expuso su molestia ante las prácticas en materia de auditoria en cierta organización, a las que consideró excesivas; cuando le compartí que las unidades de negocios de ese corporativo consistentemente son las mejor evaluadas en su mercado, simple y sencillamente no supo qué decir, que no sea insistir en su posición y no estaba en disposición de aceptar que quizás su interlocutor tenía un punto de vista valioso para hacer las cosas mejor en determinado ámbito, luego de haberse formado profesionalmente en el seno de una autoridad especializada que por cierto ha tenido serios problemas de gestión en lo que a seguridad toca. Dicho en otras palabras, la colaboradora estaba dispuesta a que en su nueva compañía las cosas se hiciesen tan mal como lo hicieron en su empleo anterior.
¿Así cómo podemos avanzar, no cree usted estimado lector o lectora?
Y más en un México en el que al disruptivo, es decir, al que de buena intención propone cambiar paradigmas se le suele aplicar ese “no hagas olas” con el que, y lo digo por experiencia, se le suele recibir a ciertos “innovadores” en una nueva responsabilidad.
Afortunadamente hay espacios públicos y privados en los que se vale “hacer olas”, no muchas, es cierto, pero definitivamente las suficientes como para generar algún cambio positivo en la labor, tal y como me sucedió en el Departamento de Documentación y Normas OACI a cargo de la licenciada Rosa María Montero Montoya, en la entonces DGAC y en RegionalCargo con el ingeniero Juan Manuel Rodríguez Anza al frente, ambos ejerciendo tal calidad de liderazgo, por lo menos en lo que este analista respecta y a los que sobra decir, agradezco sinceramente por ello. Por cierto, ¿por qué no los candidateamos a los dos para la AFAC el sexenio próximo?
Dejemos de actuar con locura y hagamos las cosas con sentido, confianza y modernidad, es decir, cambiando lo que haya o a quien haya que cambiar.
En fin, como todo lo que escribo en este espacio, el presente es solamente una opinión personal.
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