Aún recuerdo, por cierto con enorme gusto, una magnífica exposición pictórica de corte aeronáutico en el seno de las oficinas generales de la Compañía Mexicana de Aviación, ubicadas en la colonia Del Valle de Ciudad de México, titulada: “Volar es un Arte”.
No cabe duda: volar es todo un arte, pero uno tan bello y complejo que no todos, por más que lo deseen o intenten, no pueden dominar. De manera paralela, no todos los comunicadores, tengan la experiencia y prestigio que presuman, pueden comprender con facilidad el arte de concebir, hacer volar y ganar dinero con una aeronave.
Un estudio realizado en el año 2022 por la consultora internacional de aviación JJ & GR Aero-Business Global Consulting, al que este columnista tuvo acceso, encontró numerosas instancias en las que los contenidos publicados por periodistas refiriéndose a conceptos aeronáuticos están plagados de errores tan graves que terminan haciéndole un muy mal favor al desarrollo de la aviación mundial. El citado documento recomienda que los editores de los medios que cubren la fuente aeroespacial se aseguren de contratar comunicadores que conozcan la materia o envíen a capacitación a quienes actualmente se la asignan.
“El periodismo también educa (o debería)”, afirma, en mi opinión con sólidos fundamentos, Julio César Mateus, profesor asociado de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, Perú, al que le queda claro que la información que se nos ofrece en la prensa es una suerte de materia prima de importantes decisiones, las cuales la historia demuestra deben ser educadas, es decir, respaldadas por datos que bien pueden emanar de una labor de investigación periodística en la que el riguroso contraste y validación de los datos sean la norma.
Desgraciadamente no todos los hombres y mujeres de prensa dimensionan la magnitud de la responsabilidad que tienen al ejercer el uso de la palabra ante sus audiencias y lectores publicando información y más aún cuando la misma se relaciona con una actividad tan atractiva a los públicos de todas las edades, como es la aviación, sin olvidar que, por más que la frecuencia con la que el ser humano vence cotidianamente el histórico mito que refiere a “el hombre no puede volar”, los terrestres continúan maravillándose ante una aeronave en vuelo, otorgándole a quienes la conducen atributos inclusive cuasi divinos, integrando entre sus lectores y escuchas un peligroso coctel de emociones en el que la palabra peligro cobra particular relevancia, haciéndolos vulnerables a ese engaño que una bien o mal intencionada falsedad en los datos les puede presentar en forma de noticia, comentario, crónica, entrevista o reportaje, con la consiguiente distorsión en sus procesos de familiarización, instrucción o hasta disfrute de los siempre apasionantes temas que rodean lo aéreo.
Tal y como ocurrió a los investigadores al trabajar en el anteriormente comentado estudio, este columnista y analista aeronáutico frecuentemente también se encuentra con notas periodísticas en su campo de interés que no contribuyen en lo más mínimo a crear una opinión informada, y por ende confiable en audiencias a las que no se les puede faltar al respeto con entregas que distan mucho de corresponder a la verdad. Me parece irresponsable pretextar falta de conocimientos o experiencia en su preparación, tan insensato como me parece asignar una fuente tan apasionante pero tan compleja como es la aérea a quien no está preparado para cubrirla.
La sofisticación de los asuntos tecnológicos, normativos, comerciales y políticos del transporte por vía aérea obliga a los profesionales de la comunicación a capacitarse debidamente antes de atreverse a educar a sus lectores y escuchas.
En tiempos de saturación informativa en los que paradójicamente la ignorancia funcional es la norma, muy mal favor le hace un comunicador a la sociedad al publicar material sin la debida calidad, lo que me parece hace fundamental rescatar la memoria de las personalidades de los medios que comprendían la importancia de documentarse antes de redactar, caso de don Manuel Ruiz Romero, hombre de letras, de historia y de noticias, nacido en España en el año 1936 y asentado en México hasta su fallecimiento en el año 2016 y a quien con orgullo acredito como mi mentor en esto de aspirar a producir materiales dignos de ser presentados al lector.
El éxito de este reconocido cronista aeronáutico se fundamentó en el rigor, la ética y el amor por la industria que cubría, temática a la que dedicó virtualmente toda su carrera profesional. Rigor, visto como la credibilidad de un texto, implicando la valoración de las situaciones que rodean la investigación para que pueda ser reconocida como creíble por quien está en condiciones de hacerlo, mediando argumentos y contenidos fiables y demostrables en los hechos en concordancia con el proceso seguido en la investigación.
Don Manuel tenía mucho respeto por los hechos y situaciones generados en el contexto temporal y espacial de una investigación y por la calificación que pudieran darle jueces de expertos, tanto así que voluntaria o involuntariamente su obra de convirtió en una confiable referencia en procesos tan complicados y de tan alto impacto como es la formación académica de nuevas generaciones de aeronáuticos y la toma de decisiones en el seno de las operadoras de aeronaves.
Mi maestro era implacable e impecable en este sentido toda vez que su vocación hacia la precisión no tenía otro origen que la ética, disciplina filosófica centrada en el estudio del bien y el mal en el marco de sus relaciones con la moral, refiriéndose al comportamiento humano, lo anterior en el ambiente de normas y costumbres en las que se desempeña un individuo en su comunidad. Si bien desde la perspectiva técnico-académica el debate sobre el mérito de alguna parte de su obra puede existir, no conozco de persona alguna que dudase de la calidad moral y por ende ética del individualista, metódico y generoso caballero oriundo de Andalucía que tanto regaló a la aeronáutica civil y militar de los cielos colmados de “Cuauhtlis” atendiendo dos razones tan básicas o complejas como se quieran ver: primero, por agradecimiento a su país de adopción (México), y segundo, por amor al vuelo del hombre, este último valor convertido en su gran incentivo para hacer las cosas con ética y con rigor.
Dejar que la palabra impresa o la voz sea vertida con destino a un público consumidor de contenidos noticiosos sin el blindaje de producción que caracterizaba la obra de don Manuel Ruiz Romero es contribuir al deterioro de la calidad de los servicios de aerotransporte y ese, estimado lector de esta columna de opinión, es un lujo que no nos podemos dar, por lo menos en la aeronáutica mexicana, hoy día tan plagada de improvisación, incompetencia, desacreditación y pérdida de competitividad, y que bien sabido es que se encuentra en palabras, no de quien suscribe el presente, sino de expertos nacionales y extranjeros, cerca de dejar de ser considerada como esa actividad en la que la seguridad, la eficiencia, la sustentabilidad y la sostenibilidad eran la norma.
“Para escribir hay que tener algo que decir”, afirmaba el autor literario, periodista y aviador galo Antoine de Saint-Exupéry. Lo aéreo tiene muchísimo material para comentar y narrar. Amigos periodistas, no lo desperdicien; sean rigurosos, decentes y lo más importante: sean honestos y en lo posible, amen a su fuente. Si no pueden ayudarla, no le hagan daño con notas producto de la improvisación, la negligencia, la prisa, la apatía o la corrupción. Por lo menos este su amigo intenta cotidianamente compensar a la aviación civil internacional y al recuerdo de Manuel Ruiz un poco de lo mucho que le han regalado con textos fundamentados en el rigor, la ética y el amor.
Bienvenido sean colegas comunicadores al mágico mundo de los aviones, solo les pido un enorme favor: abórdenlo con el respeto que se merece; les aseguro que sus esfuerzos serán retribuidos con generosidad y muchas satisfacciones; se los lo digo por experiencia.
Esta entrega va por ti que en este momento te esfuerzas en confirmar el dato que estás a punto de compartir con tus lectores o audiencias, pero especialmente va por los otros Manuel Ruiz Romero aeronáuticos del mundo que prefieren no publicar nada que plasmar en una hoja en blanco falsedades o verdades mal presentadas.
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