Conforme trato de aprovechar los días en esta todavía auto-impuesta cuarentena, en la que por cierto tengo el privilegio de acompañar a mi octogenaria madre, además de escribir textos aeronáuticos, penetro en esas cajas que resguardan algunos de mis más preciados tesoros que he acumulado, como mis los coleccionables de Charles Lindbergh y de Antoine de Saint-Exupéry.
¿Cómo reaccionarían mis antagónicos héroes ante una contingencia como la que estamos viviendo con el COVID-19?
En una frase Lindbergh nos lo deja claro: “Yo creo en tomar riesgos innecesarios, sin embargo, nada puede lograrse sin arriesgarse de alguna manera”.
Ya me imagino al práctico, calculador, valiente, visionario y se podría decir, desalmado “Águila Solitaria”, imponiéndose a sí mismo y a los suyos, espartanos y estrictos protocolos para prevenir contagios, al tiempo de ofrecer sus servicios a su país para intentar contener la pandemia, arriesgando si es necesario su salud y por ende, marginándose de estar en contacto directo con los demás en el proceso, aun con sus más cercanos. En pocas palabras, Lindbergh sería el modelo ciudadano responsable “a la Trump”.
Pero también me imagino a mi amigo “Toño” escribiendo entrañables cartas a sus amigos, madre y amantes, en las que resultaría sumamente fácil entrever su terror.
“Los angustiados no sirven para otra cosa que para escribir breviarios de la desesperanza”, irónicamente afirmaba uno de los más entusiastas seguidores del autor de “El Principito”: el periodista y escritor mexicano Germán Dehesa.
Efectivamente mi amigo “Toño” estaría más que angustiado y seguramente tendría ganas de irse, ahora sí que “volando”, a cuidar de su rosa en ese asteroide. Pero antes de hacerlo, en una de esas no hereda otra de sus joyas de humanismo, como la siguiente:
“El hombre se descubre cuando se enfrenta a un obstáculo…”.
¡Y vaya obstáculo el que la humanidad enfrenta!
Ya que estoy en este tenor Lindbergh-Saintexuperiano, me gustaría compartir con usted que me está leyendo, espero en casa, tal y como todos deberíamos estar, un regalo que me hizo hace años en plena actividad de la Lindbergh Collectors Society un gran entusiasta de la historia aeroespacial:
“Preocuparse demasiado es pagar los intereses de un préstamo que aún no hemos recibido”.
Preocupémonos, pero más que nada, ocupémonos. Seamos un Saint-Exupéry pero también un Lindbergh; aceptemos y actuemos.
Enfrentemos lo que tengamos que enfrentar, pero aprovechemos la oportunidad para hacer algo valioso en el proceso, como puede ser algo tan sencillo e importante como estar cerca y para los nuestros o terminar esa tarea que habíamos pospuesto; al final de cuentas “El Principito” se escribió en aislamiento.
Les deseo la mejor de las suertes a todas y a todos.
Comenta y síguenos en Twitter: @GrupoT21