Basta decir que a los pasajeros nos informaron que la aeronave tenía una falla mecánica y que lo más probable es que no lograríamos llegar al aeropuerto más cercano, en este caso el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, por lo que nos solicitaron inclusive que cuando nos dieran la orden nos preparáramos para el impacto y eventual subsecuente evacuación.
Por medio de la tripulación me enteré que el problema se relacionaba con fuego fuera de control en uno de los motores del Boeing 727-200 en el que volábamos.
A final de cuentas aterrizamos sin mayores contratiempos en medio de un dispositivo de emergencia, incluyendo a los elementos del Cuerpo de Rescate y Extinción de Incendios de la terminal aérea.
Luego del susto, algunos pasajeros sufrieron crisis nerviosas y requirieron atención médica. Tan grave como fue el evento, lo cierto es que pasó desapercibido en los medios de comunicación; es decir, no fue noticia y pocos supieron de él.
Para bien o para mal, todo lo aeronáutico llama con facilidad la atención del público, tanto así que por ejemplo, hoy en día, el que un perro documentado como equipaje se extravíe, termina siendo toda una noticia. ¿Tiene usted una idea de cuántos perros perdió Mexicana de Aviación en los tres años que fui supervisor de equipajes y de cuántos de esos casos se convirtieron en noticia?
Resulta entonces sorprendente que un incidente tan grave como el que viví no haya aparecido en los medios. ¿A qué se debió? Creo tener la respuesta: En los tiempos en los que el evento tuvo lugar, la penetración de la telefonía celular y el acceso al internet distaban mucho de lo que ocurre en la actualidad; no habíamos aún entrado a esa era de las redes sociales en la que todo se da a conocer virtualmente y sin filtros en el momento en el que está sucediendo.
De haber contado los pasajeros con teléfonos inteligentes con acceso al internet y a las redes sociales durante la emergencia, además de documentarla en imágenes y video, en una de esas y hasta la hubieran transmitido en vivo a sus seres queridos o la darían a conocer a algún medio. Igual y subirían fotografías de lo ocurrido al “Face“, donde el tema seguramente se popularizaría mediante likes de los amigos. ¡Qué decir de su viralización en Twitter! De esta manera, la carencia de esa tecnología y el que incidente haya ocurrido ya entrada la noche, en un horario en la que las guardias de periodistas en el aeropuerto que podían haberlo cubierto ya se habían ido a casa, contribuyó a que pocos se enteraran de él.
Esto viene a colación ante lo que veo, que es una preocupante distorsión de lo que es noticia aeronáutica y de lo que no lo es, en el marco del mundo de las redes sociales actual que siento le están haciendo un mal favor a la aviación civil internacional al contribuir a que aquello que no necesariamente es noticia termine siéndolo, y lo que es peor: cargada de dramatismos no siempre justificados. Alarmar a la opinión pública con la difusión de casos así no me parece lo más sano.
Debemos ser un poco más selectivos y objetivos al calificar como noticioso cualquier evento aeronáutico reportado por medio de las redes sociales o el internet. No olvidemos que, se quiera o no reconocerlo, el volar en un avión sigue siendo un motivo de estrés para una parte importante de los pasajeros para los que la confianza en la seguridad de las operaciones sigue siendo un factor clave. Las notas amarillistas o fuera de contexto no ayudan mucho que digamos a mejorar la percepción de seguridad entre los pasajeros y eso no es bueno para la industria aérea.
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