Lo anterior solamente es posible que suceda en el contexto de seguridad, regularidad y eficiencia que ha alcanzado la aviación civil internacional y que no dudo en atribuir principalmente a los estándares de aplicación global adoptados por los gobiernos nacionales, en el marco de uno de los más exitosos ejercicios de cooperación técnica al más alto nivel, como lo es el que rodea a la aviación civil internacional.
El pasado 7 de diciembre se celebró el “Día de la Aviación Civil Internacional”, conmemorando el setenta aniversario de la firma del Convenio de Chicago, que entre otras dio origen a la creación de la Organización de Aviación Civil Internacional, por sus siglas OACI.
No se puede concebir el desarrollo aeronáutico global sin el éxito de esas reuniones en el otoño de 1944, en las que invitados por el gobierno norteamericano, 54 Estados soberanos, incluyendo México, viajaron a Chicago, Illinois para redactar las bases de aquello que permitiría entre otros temas, atender como es debido la demanda de aerotransporte asociada al fin de la Segunda Guerra Mundial, tiempos en los que como nunca antes, la aviación civil merced a los impresionantes avances técnicos en materia aeronáutica, estaba en condiciones de desplegar sus alas y acceder con regularidad y frecuencia a cualquier lugar del planeta, dando lugar a la imperiosa necesidad de ponerla en orden, pero no en cualquier tipo de orden.
Y es que la aviación no es una actividad cualquiera y requería de un gran esfuerzo para lograr los correspondientes consensos políticos, estratégicos y técnicos entre naciones con diversas capacidades y ambiciones.
Afortunadamente la necesidad de cooperación global fue percibida con claridad por los gobiernos de buena parte del mundo que no dudaron en participar activa y productivamente en Chicago, enviando delegaciones con la debida capacidad técnica y nivel político, para estar en condiciones negociar con sus contrapartes, dando como resultado el poder alcanzar en un plazo relativamente corto, este histórico y equitativo acuerdo técnico-político que ahora estamos celebrando.
Es así que para todos aquellos que valoramos las aportaciones que el aerotransporte ha dado a la humanidad, el siete de diciembre de cada año es un día de fiesta, porque es el día en el que el mundo se puso de acuerdo para asegurarse que por lo menos en materia de aviación civil se hablase un lenguaje común en el que la palabra seguridad fuese la premisa.
Sin ello, insisto, habría caos en el aire y por ende no tendríamos el gran sistema de aerotransporte al que recurrimos con creciente frecuencia para transportarnos o para documentar aquello valioso que deseamos hacer llegar a alguien más.
Felicidades entonces a la comunidad aeronáutica mundial y a setenta años de distancia, gracias, muchas gracias a quienes participaron en la redacción del Convenio de Chicago.