Restos y manchas quedan flotando por semanas y en el caso del Boeing 777-200 vuelo 370 de Malaysia Airlines (MH) por meses, y que gracias a las corrientes marítimas ya habrían hecho playa, es decir; habrían sido descubiertos ya sea en tierra (isla o continente) o cerca de ella.
Muchas aeronaves se han perdido, pero pocas las que lo han hecho sin dejar rastro alguno y menos una aeronave tan grande y tan recientemente como esta.
Del Lockheed Electra 10 de Amelia Earhart desaparecido en 1937, no se ha encontrado rastro, pero cuidado, estamos hablando de un evento ocurrido hace casi 80 años que involucra una aeronave de 11.8 metros de largo que no llegaba a 5 toneladas de peso y a la que seguramente le quedaban muy pocos, si es que ninguno de esos mil 150 galones de combustible con los despegó de Nueva Guinea, llevando dentro solamente dos ocupantes.
El MH 370 se trata de una aeronave de más de 63 metros de largo con un peso máximo de despegue de casi 300 toneladas, buena parte de las cuales compuestas por esos 45 mil galones de combustible que le caben y que el 8 de marzo de 2014, en las etapas iniciales de su recorrido, bien podrían haber andado en los 25 mil galones a bordo. 239 almas que iban dentro.
Si bien, como en todo misterio todas las opciones están abiertas, no me sorprende entonces demasiado que en el año 1937, con los recursos y tecnología disponibles, no se haya encontrado indicio alguno del Lockheed de Earhart, no así del caso del 777 malayo del que debo confesar ya era hora de que “algo” se hubiese encontrado por ahí.
No hay que olvidar que la huella humana en las costas se ha extendido enormemente entre 1937 y 2014, plazo en el que además, la tecnología empleada en la detección de objetos desde el aire y el espacio lleva las capacidades a niveles impresionantes, por lo que las posibilidades de encontrar restos del avión malayo deberían ser altísimas en el escenario de un impacto o amarizaje de emergencia.
Si incluimos en los escenarios la posibilidad de que la aeronave no se encuentre en el mar, sino en tierra, las posibilidades de encontrarla se deberían de incrementar sustancialmente.
El que no haya encontrado nada me preocupa de sobremanera, toda vez que tendería a validar en algún grado ciertas conjeturas, de otra manera fantasiosas, sobre el destino final de esta aeronave que me temo, se acerca más a formar parte de la categoría de las desapariciones de aeronaves que más bien tienen que ver con obscuros escenarios en materia de disputas entre superpotencias, propios de las más clásicas novelas de misterio, que a un accidente materia de la seguridad operacional o inclusive a un acto terrorista en el sentido tradicional del concepto.
El MH 370 se parece cada vez más por ejemplo al caso de ese Boeing 707 de la aerolínea brasileña Varig que desapareció también sin rastro alguno el 30 de enero de 1979, al pretender cruzar el Pacífico entre Tokio y Los Angeles, rodeado de toda clase de conjeturas, algunas por cierto muy similares a las que se han estado exponiendo en torno al avión malayo en especial a lo relativo a lo que o a quien pudiera haber estado a bordo y los intereses alrededor.
Tal y como lo comenté en mi nota aparecida en este mismo espacio el primero de abril pasado, un moderno Boeing 777 no puede desaparecer “nada más así” y si efectivamente “así” desapareció, el asunto debe trasladarse más allá de las autoridades nacionales de aviación y el Consejo de la Organización de Aviación Civil Internacional, al seno de las Naciones Unidas y de su Consejo de Seguridad en particular, para dotar a la aviación civil de los blindajes políticos y estratégicos que complementen los necesarios cambios tecnológicos y operacionales que indudablemente el Malaysia 370 evidenció en temas como el monitoreo permanente de la ubicación de una aeronave en vuelo en cualquier lugar del planeta.
Sin embargo, mientras no se encuentren los restos del avión y no se pueda determinar lo contrario, no creo que resulte descabellado afirmar que los ocupantes de las aeronaves civiles no deben seguir pagando con sus vidas por los conflictos estratégicos de los gobiernos.