“Quien más sufre en una crisis, son los que no jugaron ningún papel en crearla”, J.Stiglitz.
En economía, el coste de oportunidad designa el coste de la inversión de los recursos disponibles a costa de la mejor inversión alternativa disponible, es decir, a que renunciamos cuando hacemos una elección.
A pesar del trágico coste en vidas humanas y en desarrollo económico, durante las pasadas crisis (COVID-19, inflación de costes, Ucrania, crisis energética, etc.) algunas de ellas tuvieron una derivada positiva para el planeta, por ejemplo, durante la pandemia se consiguió que la contaminación bajará a niveles no registrados en muchos años, lo que supuso una mejora en la calidad del aire en las grandes ciudades.
Dichas mejoras en el medio ambiente son esperanzadoras para la sostenibilidad, pero existe el riesgo de que una rápida recuperación económica afecte de nuevo a los criterios ambientales. A pesar de los negacionistas y radicales del TL2 “too little, too late”, no debemos seguir con una actitud temeraria ante el cambio climático y continuar en el “business as usual”, porque ya nunca volverá a ser así.
La puesta en marcha de los acuerdos sobre el clima alcanzados en los Acuerdos de París, y otras conferencias del medioambiente, aunque están retrasados y han pospuesto algunas iniciativas políticas que afectan a situaciones que pudieran ser irreversibles en el medio plazo, siguen en vigor y cada vez más empresas y consumidores apuestan por la sostenibilidad.
Sin duda los gobiernos y los líderes mundiales ahora tienen su atención puesta en las crisis del momento, la guerra de Ucrania y la inflación.
Escoger la opción con mayor relación coste beneficio, dentro de las complejidades actuales, puede dificultar la aplicación de otros criterios. Sin embargo y a pesar de la importancia del momento, muchos líderes empresariales creen que el camino hacia la recuperación también ofrece una gran oportunidad para poner en contexto las buenas prácticas de sostenibilidad con sus criterios ESG (medioambiente, sociales y gobernanza económica).
El nacimiento en su momento de la mal llamada “nueva normalidad económica” está más que nunca en nuestras propias manos como consumidores, ya que a medida que tomamos acciones para recuperar y reconstruir la salud y la economía, también tenemos una oportunidad y una obligación con las generaciones futuras, con el medio ambiente, la sostenibilidad y todo aquello que implique responsabilidad social y ética profesional.
El foco a través del cual nos vemos obligados a tomar medidas urgentes ahora, debería garantizar en todo momento que, la urgencia por resolver las crisis actuales no debe acelerar la aparición de otras nuevas.
En estos momentos críticos donde el debate en Europa se centra en aplicar correctamente los fondos europeos “Next Generation” necesarios para paliar los efectos económicos de las crisis, debemos utilizar el sentido común, porque existe un riesgo real de que nuestras vidas y nuestros medios de vida, sufran daños permanentes y posiblemente irreversibles.
Sin duda, debemos tomar medidas para controlar las crisis actuales, pero también estamos obligados como profesionales a tomar medidas para proteger nuestros medios de vida, y el futuro de nuestros hijos.
Como dijo un líder europeo, nuestra capacidad de superar las crisis actuales y las venideras, dependerá principalmente del comportamiento social de cada uno de nosotros, como sociedad civil.
Entonces la pregunta que procede es: ¿debemos seguir en el dilema de cañones o mantequilla? o, por el contrario, ¿debemos romper con el dilema?, para que podamos trabajar lo suficientemente rápido en todos los protocolos y obtener la aceptación social de cada uno de ellos y ponerlos en marcha y cumplirlos.
De ser así, deberíamos poder controlar las crisis, suavizar la inevitable crisis económica a niveles sostenibles y salvaguardar nuestras vidas y medios de vida de ahora y del futuro. Porque en cierto modo, todas las crisis y el cambio climático tienen aspectos similares; son globales porque afectan a todo el planeta, son crisis de largo plazo, pueden ser irreversibles y están llenas de incertidumbre.
¡Esta decisión, es un imperativo de nuestro tiempo para ayudar a las generaciones futuras, porque ahora es el tiempo de poner a las personas primero!
Te invito a leer mi columna anterior: ¿Cómo no perderse en la formación logística en épocas de crisis?
José Luis Galiana es presidente y fundador de RALOG – Red de Ayuda Logística, la asociación española sin ánimo de lucro de los profesionales logísticos, director ejecutivo del Foro Iberoamericano de Logística (FIALOG) y fundador del Foro de Expertos Logísticos (FELOG) de Caleruega. Anteriormente, fue miembro del Comité de Dirección de Unilever (España) en la unidad de negocios de productos personales y del hogar, como director de cadena de suministro y relaciones externas y presidente del Comité de Logística y Transporte en AECOC.
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