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El concepto de trazabilidad no es nuevo, tiene más de una década que emergió primero como un elemento de la economía, posteriormente tomó relevancia en la industria alimentaria al ser un procedimiento clave para garantizar seguridad, higiene y salubridad de principio a fin en la cadena de suministro al permitir a las empresas conocer el estado de sus productos y su localización.
Con el paso de los años la trazabilidad, la vigilancia y el control de operaciones comenzó a extrapolarse a otros sectores o industrias. Uno de los factores que detonó este impulso fue la llegada del e-commerce, que puso en el centro de la eficiencia operativa el generar una experiencia positiva en los consumidores finales, así como la relevancia que tomó el concepto de sostenibilidad ambiental.
En el 2020 la pandemia fue un parteaguas para la industria logística, muchas empresas tuvieron que poner en la mira el uso de herramientas tecnológicas que permitieran la automatización de sus procesos para responder a los nuevos requerimientos del consumidor y los desafíos provocados por las medidas sanitarias, como el distanciamiento social y confinamiento. La trazabilidad fue esencial para tener mayor visibilidad del proceso, muchas veces a distancia desde la fabricación, el embalaje, almacenaje, distribución y entrega final.
Es importante recordar que, de acuerdo con la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (AECOC), la trazabilidad se define como el conjunto de procedimientos preestablecidos y autosuficientes que permiten conocer el histórico, la ubicación y la trayectoria de un producto a lo largo de la cadena de suministro.
Tener la posibilidad de registrar estos movimientos se ha convertido no sólo en una ventaja competitiva sino en parte imprescindible para satisfacer las necesidades del mercado, en el que el cumplimiento de los plazos y la información juegan un papel crucial en el éxito de las operaciones, aspectos que en la nueva normalidad juegan un papel crucial.
Desde mi experiencia profesional, la trazabilidad es un concepto que engloba varias aristas, ya que no se trata de una herramienta estandarizada o que puede ser aplicada de la misma forma a todas las empresas, pues aspectos como tamaño, industria, operatividad, clientes finales, proveedores o rutas se deben tomar en cuenta para diseñar una solución a la medida, escalable y adaptable.
Para iniciar es necesario identificar los tipos de trazabilidad que existen, si es interna o de procesos, es decir aquella que mide el pulso de todo lo que ocurre dentro de la compañía o sus centros de distribución y que es esencial para conocer todos y cada uno de los issues que pueden provocar variaciones en el producto final.
O bien, si hablamos de trazabilidad externa, que es la obtención de determinados datos que sean útiles para marcar la ruta del producto fuera de las instalaciones de la compañía, es decir, cuando ya existen movimientos de la mercancía sea en sentido normal o inverso. Existe el tracing que se refiere a la trazabilidad hacia atrás, es decir, a la recepción de productos de los proveedores y el tracking o trazabilidad hacia delante que abarca el qué y a quién se entregan los productos teniendo la posibilidad de un seguimiento de ruta, esta última muy usada en la entrega de última milla.
Ahora bien, teniendo definido el tipo de trazabilidad es necesario determinar el sistema a usar en la industria y podemos encontrar distintos tipos como: los sistemas de codificación EAN o de UPC, los sistemas de identificación de RFID que trasmiten los datos por radiofrecuencia, los sistemas de registro de datos compuestos por terminales tales como lectores o sensores, o los sistemas de procesamientos de información el cual posterior a la codificación, identificación y registro de datos permiten la integración de datos dando la posibilidad de identificar errores, prevenir incidencias y tomar decisiones en tiempo real.
Estos sistemas estarían incompletos sin un software adaptado a la operación y capaz de registrar datos y generar información automáticamente acerca del estado, ubicación y disponibilidad de la mercancía. Algunos de estos softwares son: los sistemas de gestión empresarial o ERP, los sistemas de gestión de almacenes o WMS, y el WCS (Warehouse Control System).
Hablar de una operación eficiente por medio de la trazabilidad es posible si consideramos y aplicamos estos aspectos, pues nos permitirá reducir el nivel de ingreso manual de datos, formalizar y estandarizar el canal de información el cual estará disponible para todos los involucrados en el proceso logístico, calcular indicadores de gestión de manera automática, reducción de tiempos y costos en las comunicaciones e incluso minimizar la huella de carbono, entre otros aspectos.
La relevancia que las empresas den a estos elementos impactará de manera proporcional al cumplimiento de sus objetivos de negocio, pero sobre todo a garantizar una eficiencia operativa que satisfaga las expectativas del consumidor final y que se traduce en la fidelidad y confianza en las marcas.
Te invito a leer mi columna anterior: Desafíos de la omnicanalidad en la industria de la salud
Felipe Reséndiz actualmente es director general en Dematic
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