En medio de noticias que apuntan que, ante su fracaso en hacerse de esos 10 Boeing 737-800 con los que pretendía operar la nueva aerolínea a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional, esta dependencia recurrirá a aviones actualmente en la flota de la Fuerza Aérea Mexicana, además de dos Embraer ERJ-145 en arrendamiento húmedo, procedentes de la aerolínea regional nacional TAR, lo primero impactando negativamente en la capacidad de esta importante arma de guerra de nuestro país de cumplir con su verdadera misión que es salvaguardar la seguridad y soberanía nacionales, y lo segundo por ahí salvándole el pellejo a TAR, me entero que uno de los altos mandos que inicialmente estuvieron a cargo de la concepción de la operadora, que todo parece indicar llevará de nuevo a los cielos mexicanos a la marca Mexicana de Aviación, caballero de alto vuelo que portó muy, pero muy dignamente el uniforme militar aéreo y con el que trabajé directamente en ese emprendimiento, decidió retirarse de un maravilloso grupo de chat de WhatsApp especializado en temas aeronáuticos, en el que por cierto quien firma la presente nota participa, alegando “falta de tiempo” para continuar en él. ¡Por favor!, que se lo crea otro, yo no.
Y es que, hay que decirlo, no solamente en ese valioso y plural espacio de interacción técnico-cultural aeronáutico al que me refiero y en el que participan voces de primer nivel en lo que toca a la aviación mexicana, sino virtualmente en toda clase de foros, el tema de la “nueva” Mexicana de Aviación se ha convertido en uno de burla, tanto que no dudo que el estar leyendo una y otra vez en el chat noticias y comentarios al respecto y por ahí comprensiblemente solidario con su gremio, “mi general” haya decidido mejor salirse del grupo, algo que me parece es una decisión tanto respetable como preocupante, como lo fue la que tomó al desacreditar por completo el mérito de una propuesta de Plan de Negocios para la aerolínea que en su momento le presenté, en la que una premisa central era emplear a la calidad del servicio como una ventaja competitiva en un mercado (el mexicano) en el que las concesionarias de transporte aéreo regular y de fletamento con bandera tricolor no se caracterizan por la calidad del servicio que prestan a los usuarios, asunto lamentablemente in crescendo que este columnista ha expuesto repetidamente en sus entregas editoriales en los espacios que las albergan, incluyendo el presente. Nunca voy a olvidar como me dijo: “Juan Antonio, la calidad no se puede medir”. ¿En serio?
¿Cómo es posible, me pregunto, que alguien pueda esperar la adecuada gestión de un servicio tan complejo en tantos sentidos, como es el de una aerolínea, cuando la misma ha sido puesta en manos de quien no está preparado para ello y lo que es peor, aun consciente de no estarlo es incapaz de tener la humildad de escuchar las voces que quien podrían ayudarle o ha decidido hacer las cosas como se le ordena aun sabedor que se están haciendo indebidamente? Estamos hablando de elementos que, por citar un tema, sin mediar estudio de mercado alguno se atrevían a proponer emplear, tal y como estaba configurado, el otrora Boeing 787-8 presidencial mexicano en vuelos regulares de pasajeros entre Ciudad de México y Seúl, Corea del Sur.
Me queda claro que no solamente “a mi general”, sino a muchos otros funcionarios castrenses y hasta los “civilones” que los rodean, este texto no les será de mucho agrado que digamos. Lo siento, pero no tanto como siento el mal que le ha venido haciendo a mi adorada aviación civil, a las muy respetables Fuerzas Armadas mexicanas y claro está a México, sus finanzas y por ende al bienestar de su pueblo, el pretender cumplir sin chistar, es decir, sin pensar, los caprichos que emanan de Palacio Nacional.
A nadie debe sorprender entonces lo que está ocurriendo con la “nueva” Mexicana de Aviación.
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