Deje usted estimado lector el tema de lo lejos que se ubica de la mayor parte de la demanda de aerotransporte del Valle de México y lo complicado y costoso que por ende resulta acceder a él; deje usted las millonarias pérdidas al erario que su operación implica; deje usted los problemas de señalética y falta de mantenimiento que padece, los trabas de facilitación que lo plagan o el riesgo de depender de un único vuelo que bien podría demorarse o hasta cancelarse para que usted llegue en tiempo y forma a su destino.
Paradójicamente lo que no le debemos perdonar a los militares que administran el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles de Santa Lucía, Estado de México, por sus siglas AIFA, que irónicamente debería ser su fortaleza, es que un pasajero no pueda abordar ahí una aeronave sin haber demostrado ser el titular del boleto que ampara su transporte.
Quizás estoy equivocado -usted me lo dirá en sus comentarios-, pero entiendo que uno de los principios básicos de la protección contra actos de interferencia ilícita en la aviación civil mundial (AVSEC) es asegurarse que quien se documenta y pretende abordar un vuelo en un aeropuerto debe ser la misma persona cuyo nombre aparece en el indispensable pasaje o billete para lo cual, aerolíneas, aeropuertos y agencias de seguridad requieren forzosamente la presentación de una identificación fehaciente, es decir, expedida por una entidad oficial, reciente, vigente, con fotografía y en buen estado de conservación que permita a quien se le muestre comprobar que la misma corresponde a quien la presenta y que ello corresponda a la información en el boleto.
En este contexto una credencial de elector expedida hace más de 20 años por un Instituto Federal Electoral (IFE) que ya ni siquiera existe, documento en el que aparece la imagen de un adulto cuarentón de cabello castaño y no la del adulto mayor sesentón con escasa cabellera blanca, realidad del titular, por ningún motivo debería ser considerada como medio válido de identificación para acceder a una zona tan sensible para efectos de seguridad como es el área de salas de última espera de un aeropuerto. ¡Qué decir a una aeronave!, Cuidado Viva Aerobus, Aeroméxico y Volaris que se dan el lujo de abordar a quien no están seguros debe hacerlo al muchas veces no pedir una identificación. Pero sucede y frecuentemente…
Lo cierto es que no solamente en el AIFA, sino virtualmente en todos los aeropuertos mexicanos por los que he transitado en los últimos meses, una credencial vencida es suficiente para franquear los controles de acceso a zonas estériles en ellos, algo que me parece imperdonable y más en una terminal aérea administrada por las fuerzas armadas que uno pensaría, por lo menos en ese aspecto, harían un gran trabajo.
Desgraciadamente ese no es el caso, por el contrario; y es que más allá de no blindar las infraestructuras aeroportuarias como corresponde, caso del tema en comento, que la verdad me parece elemental, los elementos castrenses, de la Guardia Nacional o de corporativos de seguridad, comenzando por aquellos destacados en el AIFA no dudan en manejarse ante el público con esa prepotencia que muchos temíamos caracterizaría la gestión militar de ciertos aeropuertos o servicios prestados en ellos cuando se anunció así ocurriría, es decir, una en la que, entre falta de preparación, falta de vocación de servicio cortes, incomprensión del funcionamiento de los servicios de transporte civil, cerrazón aun ante lo más obvio, falta de empoderamiento, resentimientos y poca tolerancia al menor disenso o queja, al final de cuentas lo que el usuario aeroportuario recibe es propio de lo que se recibe en un cuartel y no lo que se esperaría en una terminal de transporte civil de acceso general con alta presencia de familias y menores de edad, por ejemplo.
Es más, le voy a dar rienda suelta a los dedos sobre el teclado para comentar que este negativo desempeño en los controles de acceso por parte de uniformados de las fuerzas armadas mexicanas no es exclusivo de los puntos de revisión en instalaciones civiles, sino inclusive en campos militares, en los que me queda claro la seguridad no es efectiva sino consiste en un costoso conjunto de elementos y revisiones que en el sentido estricto no hacen otra cosa que entorpecer inútilmente procesos de tránsito sin cumplir la misión de asegurarse que quien o lo que no debe, ingrese o salga de una instalación.
Para concluir, no voy a negar que arquitectónica e ingenierilmente, el AIFA me sigue pareciendo a nivel tanto en su lado aire como en su lado tierra, el mejor aeropuerto de México y, por ende, una buena opción para volar para quienes habitando el norte y noroeste del área metropolitana de la Ciudad y Valle de México lo encontramos tan lejos de casa como nos queda el Benito Juárez. Lástima que el modelo castrense de gestión termine por cancelar, tal y como está ocurriendo en tantas terminales de transporte, muchos de sus atractivos.
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