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Además de la meta de modernizar la flota, la introducción de vehículos pesados con energías limpias para el transporte mexicano tiene que verse como una herramienta para eficientizar la movilidad de bienes, mercancías y personas, además de contribuir a la mitigación de emisiones contaminantes y la consecuente mejora del medio ambiente.
Tomando en cuenta que la edad promedio de la flota nacional (carga y pasaje) se coloca en 18.74 años -según datos recogidos del 4° Informe de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador-, el área de oportunidad de renovación en la flota nacional es del 40%, al enfocarse en aquellas unidades con más de 20 años de servicio.
“Si vamos a hablar de energías limpias tenemos que hacerlo también de emisiones, es necesario definir que los vehículos viejos son los que emiten el mayor número de contaminantes y no los más nuevos. No es lo mismo implementar nuevas tecnologías en un país que hay una cultura de renovación vehicular, que hacerlo en un país en donde no existe (como México)”, destaca Miguel Elizalde, presidente ejecutivo de la Asociación Nacional de Productores de Autobuses, Camiones y Tractocamiones (ANPACT).
“El nivel de inversión que tenemos las diferentes compañías no es el mismo, por ende, el acceder a diferentes tecnologías o combustibles va a ser en diferentes porcentajes para cada empresa, incluso el surtimiento del diésel no es de la misma calidad en todo el país; esto podría llegar a acotar las estrategias de cambio en diferentes territorios del país”, comparte César Toledo, gerente de Transportes de Coca-Cola FEMSA México.
Elizalde coincide, “si se va a impulsar un tema de cambio de matriz energética en los vehículos pesados que circulan en México, debe hacerse de la manera correcta, de lo contrario se corre el riesgo de ampliar aún más la brecha entre las diferentes empresas que integran al sector autotransporte”.
Para empujar la adopción de nuevas energías en los vehículos de carga, hacen falta políticas públicas que permitan un incremento en la infraestructura necesaria para la recarga de vehículos a gas natural (comprimido y licuado) y eléctricos.
“La infraestructura del país y la visión económica-política del gobierno no han considerado la implementación de vehículos a gas natural (GNV) y eléctricos como un cambio estructural para el mediano plazo. En países desarrollados la estrategia del cambio es dictada y financiada por los gobiernos… en México estamos muy retrasados”, describe José de Jesús Castañeda, director general de Trucka.
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