Ante la indolencia que un día sí y otro también manifiesta este gobierno en materia de inseguridad en múltiples territorios del país, la pregunta es si el paro nacional del autotransporte al que convocó hoy la Alianza Mexicana de Organización de Transportistas (AMOTAC), va a servir de algo más allá de llamar la atención y hacer más pública la indefensión en que se encuentran ante la ola incesante de robos y extorsiones que sufren a diario.
Se entiende el hartazgo si las autoridades han cedido cada vez más espacios de actuación impunemente a grupos del crimen organizado para robar mercancías al autotransporte en carretera, extorsionar y cobrar derecho de piso en vastas regiones de Tamaulipas, Michoacán, Jalisco, Puebla, Veracruz y Estado de México; y encima, se suman a ello con cobros por circular en municipios, no meter en orden a las empresas de grúas que les siguen cobrando tarifas estratosféricamente altas al valor real que tendría este servicio, retrasos en la entrega de placas y licencias federales y las mordidas de la Guardia Nacional y tránsitos estatales y municipales con cualquier pretexto.
El tema gravísimo es que estamos matando poco a poco a muchas empresas autotransportistas que ya no sienten lo duro sino lo tupido. Existe una insensibilidad de las autoridades para no dar la protección necesaria a una industria estratégica para el desarrollo de nuestro país y un cinismo para no hacer el trabajo que por mandato corresponde a las fuerzas de seguridad pública.
Se entiende el hartazgo y el paro como el último recurso pacífico para presionar al gobierno a cumplir con la tarea que se ha negado hacer.
Tarifas marítimas al doble
Los últimos conflictos en el mundo que han afectado al transporte marítimo han duplicado las tarifas de la carga contenerizada, de acuerdo con el comportamiento de los índices globales que regulan las tarifas de los fletes marítimos.
En las semanas que van de este 2024 las tarifas del Drewry World Container Index han escalado desde los dos mil dólares por un contenedor de 40 pies a tres mil 786 billetes verdes. Esto es un 90% más que la misma semana del año pasado y un 167% más que las tarifas promedio que se registraron en 2019, el año prepandemia.
Los eventos terroristas que amenazan la seguridad de los buques mercantes en el Mar Rojo como efecto colateral de la guerra entre Israel y Hamas, que han impedido a los buques portacontenedores circular por el Canal de Suez en las rutas Asia-Norte de Europa y Mediterráneo, para dar la vuelta por el Cabo de Buena Esperanza al sur de África, y las complicaciones que provoca la sequía en el otro canal interoceánico de Panamá, han provocado una baja en la productividad y en la oferta, lo que consecuentemente se está pagando con mayor costo por el servicio.
Los usuarios piden ya no hacer tantas olas, pero las cosas no pintan para llegar pronto a buen puerto.
La verdad no peca, pero incomoda
Vaya alboroto que se generó con la crítica del ingeniero Carlos Slim a las actuaciones del Ejército en obras de construcción y en operación de empresas estatales que ahora tiene agregadas a sus funciones este cuerpo armado.
Y es que, en logística, no obstante que la logística misma ha tenido su principal gestor en las operaciones de los ejércitos, nomás no se les ha dado en la construcción de las vías de lo que hoy es el Tren Maya. La sola decisión de no aprovechar la vía original del tren del Mayab que construyó Porfirio Díaz y que llega hasta Valladolid, les significó un gasto multimillonario en el traslado del balasto, riel, durmientes, maquinaria, y todos los materiales de construcción para las estaciones por autotransporte en vez de haberse beneficiado del uso del ferrocarril que es en esos menesteres entre un 20 y 30% más económico y cuatro veces menos contaminante que el camión.
Las cuentas no son transparentes, pero ya de suyo sabemos que el transporte carretero fue muy bien pagado ante la premura y urgencia que se tenía con los tiempos para tener listos el mayor número de tramos del ferrocarril antes de concluir el actual sexenio.
Bien dicen que la verdad no peca, pero ah caray, cuánto incomoda.
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