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Para nadie es ya un secreto que muchos aeropuertos mexicanos, comenzando por los administrados por Aeropuertos y Servicios Auxiliares, por sus siglas ASA, están en proceso de ser entregados para su administración a las dos secretarías de Estado castrenses: a) la Secretaría de la Defensa Nacional, por sus siglas Sedena, y la Secretaría de Marina, por sus siglas Semar, está última a cargo ya nada menos que del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), no solamente el más importante de México, sino de toda América Latina.
Es cierto, los aeropuertos administrados por ASA llevan varios años evidenciado significativos deterioros en la calidad de los servicios que prestan a sus clientes directos (operadores de transporte aéreo y sus proveedores) e indirectos (pasajeros, visitantes y expedidores de carga). Lo he experimentado de primera mano en experiencias recientes en las que he detectado temas de seguridad, mantenimiento y saturación, tanto en su lado aire como su lado tierra.
¿Temas de presupuesto? ¿Mala gestión a nivel corporativo o a nivel local en el aeropuerto?
¡Posiblemente eso y más!
La realidad es que el organismo ASA del año 2023 dista mucho de ser aquel que conocí tan pronto como comencé a volar con cierto grado de conciencia hacia finales de los años 70 del siglo XX y no la que tenía cuando tuvo lugar mi bautizo aéreo a comienzos de la década de los 60.
Creo que solamente quienes hayan tenido el privilegio de emplear un aeropuerto mexicano entre los años 70 y 90, o los que fueron mis compañeros en su nómina, comprenderán lo que afirmo en el sentido de que no le costaba a uno mucho trabajo identificar un aeropuerto de ASA entre cualquier otro dentro y fuera de México, las más de las veces favorablemente.
Si no me equivoco, la creada en el año 1965 bien podría ser, si no la primera, sin duda una de las primeras entidades gubernamentales en el mundo encargadas de administrar, operar y conservar los aeropuertos de todo un país, algo que hacía muy bien, por lo menos hasta el tercer cuarto de los años 90 cuando comenzó ese proceso privatizador de estas infraestructuras en México que dio origen a la creación de los grandes grupos aeroportuarios que actualmente conocemos, dejando a ASA con un par de decenas de aeropuertos menores, la mayoría deficitarios financieramente.
Tan buena era en mi opinión el trabajo de ASA que cuando celebró sus primeros 50 años de existencia en el año 2015, no dudé en considerar al organismo como el alma mater tanto para los administradores aeroportuarios mexicanos, como algunos en naciones hermanas latinoamericanas que se beneficiaron del talento de gestión, la tecnología, los procesos y la experiencia de una entidad a la que ubico como un histórico pilar en el desarrollo del aerotransporte mexicano.
Va mi reconocimiento y agradecimiento a esa ASA en la que aprendí tanto de calidad en los servicios aeroportuarios, en la que conocía grandes y fraternos colegas de la gestión aeroportuaria y en la que comprendí la importancia del aprovechamiento de las sinergias en una gestión con tantos retos en temas de seguridad, eficiencia, sustentabilidad, sostenibilidad y calidad, en una infraestructura como es la aeroportuaria, por cierto, altamente estratégica para una nación.
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