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A mediados del año 2020 publiqué una columna en la que compartí mi molestia y preocupación por el hecho de que, derivado de un mortal accidente de un avión de su aerolínea bandera (PIA), las autoridades nacionales de aviación de Pakistán tuvieron que reconocer que el 30% de las licencias de pilotos civiles en ese país eran falsas. Comenté también cómo quien firma esta nota fue testigo alguna vez del despido de un piloto en una pequeña aerolínea mexicana al descubrirse que su licencia era “chocolate”, es decir, obtenida de alguna manera ilegal.
“Mantén el interés en tu propia carrera, por humilde que sea, ella es un verdadero tesoro en el fortuito cambiar de los tiempos”, dice un fragmento del poema “Desiderata”, del norteamericano Max Ehrmann.
Estimado lector: su servidor estudió una de las licenciaturas de menos prestigio que existen (Turismo) en una de las más austeras universidades mexicanas que jamás hayan impartido clases a ese nivel, me refiero a la Universidad Hispano Mexicana, ubicada hacia 1979 en mi natal Polanco en tiempos en los que “Desiderata” era declamada con frecuencia y con gran calidad en las ondas de radio de la Ciudad de México.
Es cierto, pensaba yo, mi título de licenciatura es muy humilde comparado al que pude haber obtenido de otras universidades, pero como Desiderata dice, es un verdadero tesoro. Además, nadie me regaló ese 9.92 de promedio y esa mención honorífica que se me otorgó en un examen profesional que sustenté con base a una tesis sobre aerotransporte en la que invertí muchas, pero muchas horas de investigación y redacción, por lo que puedo decir que en materia de turismo y aerotransporte desde el año 1984 tengo todo el derecho del mundo a reclamar ser considerado como licenciado debidamente acreditado.
Pienso en lo anterior conforme me quedo boquiabierto al enterarme del descaro con el que se maneja una abogada mexicana egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que además no es una letrada cualquiera, sino una que ocupa un lugar entre los 11 ministros, nada menos que de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y quien ha quedado demostrado ante el país entero, plagió la tesis con la que obtuvo su título de Derecho. Y lo que es peor: en todo esto, ni el titular del Ejecutivo que la postuló, ni el alto tribunal en el que labora, ni la Secretaría de Educación Pública que le extendió una cédula profesional y ni hasta el rector de una UNAM cuyo título indebidamente ostenta, han actuado tal y como siento debe corresponder, no solamente al retirarla de un puesto que no debió ejercer, sino del derecho a seguir presentándose como abogada. ¡Qué tristeza y qué vergüenza para mi patria!
¿Así cómo los aeronáuticos mexicanos, por ejemplo, vamos a poder exigir a quienes está a su cargo la operación y regulación de las actividades aéreas que se contraten para ello a verdaderos profesionales en condiciones de demostrar que cuentan con los conocimientos, capacidades y cumplimiento cabal de requisitos para hacer su trabajo?
¿Así cómo los mexicanos y mexicanas vamos a poder exigir cuentas a nadie en nada?
No sabe usted cómo lamento lo que está ocurriendo; y es que pienso en el prestigio de mis familiares y amigos, comenzando por mi padre, cuyos títulos de la UNAM fueron obtenidos merced a un proceso que involucró en la mayoría de los casos, además de haber acreditado las debidas materias, el haber sometido a la consideración de sus sinodales una tesis original y de su autoría, que aporte algo a la carrera.
Es así que me sumo al clamor de los mexicanos que exigen la renuncia inmediata de la ministra Yasmín Esquivel Mossa, por el bien de la nación.
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