Si bien en toda misión, con o sin seres vivos, se transporta algo de equipo o carga, valga la pena recordar el primer gran embarque de la historia espacial humana, que corresponde a esos escasos 22 kilogramos (kg) de rocas lunares que los astronautas de la misión Apollo XI, trajeron de regreso a la Tierra, el 24 de julio de 1969.
Es así que la carrera espacial requiere de todo tipo naves cargueras de diversas capacidades y prestaciones, pero sin duda, sumamente confiables, considerando que en esos ambientes, ya sea un kilo de combustible, un litro de agua, un chip de computadora, una herramienta o refacción, una medicina o un paquete de alimentos, pueden convertirse en asunto de éxito o fracaso de una misión y hasta de vida o muerte para los astronautas y por tanto adquieren gran valor.
En pocas palabras tienen que llegar en buen estado y a tiempo a su destino, “a como dé lugar”. Baste decir que los temas de control de mercancías peligrosas, empaquetado, etiquetado, pesaje y distribución en el interior del transporte son enormemente complejos.
De todas las naves logísticas destacaron por su capacidad y versatilidad los Transbordadores Espaciales norteamericanos Columbia, Challenger, Discovery, Atlantis y Endeavour, capaces de llevar hasta 24 mil 400 kg de material a una órbita baja y tres mil 810 kg a una órbita superior de transferencia geoestacionaria.
Desde el despegue de su primera misión (STS-1 con el Columbia), lanzada el 12 de abril de 1981, hasta su última (STS-135 del 8 de julio de 2011 con el Atlantis), los transbordadores fueron utilizados para diversos fines, incluyendo el lanzamiento, recuperación o mantenimiento de satélites y el abastecimiento de módulos orbitales en la Estación Espacial Internacional.
Imposible hablar de estas prodigiosas naves sin recordar esos dos grandes accidentes que las marcaron, el primero de ellos ocurrido el 28 de enero de 1986 al Challenger y el segundo el de febrero del año 2003 destruyendo al Columbia, matando en cada caso a sus siete ocupantes.
Hoy día el transporte espacial de carga, incluyendo el abasto de la Estación Internacional se realiza con mayor frecuencia con naves no tripuladas en misiones a cargo tanto de agencias gubernamentales como de empresas privadas norteamericanas, europeas, rusas y chinas.
Conforme se materialicen los planes de nuevas aventuras espaciales humanas tripuladas, incluyendo viajes a Marte o nuevas plataformas geoestacionarias, el tema logístico cobrará en este ámbito, todavía mayor importancia.
Agradezco a Simón José Martínez, joven entusiasta de los temas aeroespaciales, por haberse molestado en proporcionarme algunos datos importantes para integrar esta nota.
Comenta y síguenos en Twitter: @GrupoT21
Si bien en toda misión, con o sin seres vivos, se transporta algo de equipo o carga, valga la pena recordar el primer gran embarque de la historia espacial humana, que corresponde a esos escasos 22 kilogramos (kg) de rocas lunares que los astronautas de la misión Apollo XI, trajeron de regreso a la Tierra, el 24 de julio de 1969.
Es así que la carrera espacial requiere de todo tipo naves cargueras de diversas capacidades y prestaciones, pero sin duda, sumamente confiables, considerando que en esos ambientes, ya sea un kilo de combustible, un litro de agua, un chip de computadora, una herramienta o refacción, una medicina o un paquete de alimentos, pueden convertirse en asunto de éxito o fracaso de una misión y hasta de vida o muerte para los astronautas y por tanto adquieren gran valor.
En pocas palabras tienen que llegar en buen estado y a tiempo a su destino, “a como dé lugar”. Baste decir que los temas de control de mercancías peligrosas, empaquetado, etiquetado, pesaje y distribución en el interior del transporte son enormemente complejos.
De todas las naves logísticas destacaron por su capacidad y versatilidad los Transbordadores Espaciales norteamericanos Columbia, Challenger, Discovery, Atlantis y Endeavour, capaces de llevar hasta 24 mil 400 kg de material a una órbita baja y tres mil 810 kg a una órbita superior de transferencia geoestacionaria.
Desde el despegue de su primera misión (STS-1 con el Columbia), lanzada el 12 de abril de 1981, hasta su última (STS-135 del 8 de julio de 2011 con el Atlantis), los transbordadores fueron utilizados para diversos fines, incluyendo el lanzamiento, recuperación o mantenimiento de satélites y el abastecimiento de módulos orbitales en la Estación Espacial Internacional.
Imposible hablar de estas prodigiosas naves sin recordar esos dos grandes accidentes que las marcaron, el primero de ellos ocurrido el 28 de enero de 1986 al Challenger y el segundo el de febrero del año 2003 destruyendo al Columbia, matando en cada caso a sus siete ocupantes.
Hoy día el transporte espacial de carga, incluyendo el abasto de la Estación Internacional se realiza con mayor frecuencia con naves no tripuladas en misiones a cargo tanto de agencias gubernamentales como de empresas privadas norteamericanas, europeas, rusas y chinas.
Conforme se materialicen los planes de nuevas aventuras espaciales humanas tripuladas, incluyendo viajes a Marte o nuevas plataformas geoestacionarias, el tema logístico cobrará en este ámbito, todavía mayor importancia.
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Es así que la carrera espacial requiere de todo tipo naves cargueras de diversas capacidades y prestaciones, pero sin duda, sumamente confiables, considerando que en esos ambientes, ya sea un kilo de combustible, un litro de agua, un chip de computadora, una herramienta o refacción, una medicina o un paquete de alimentos, pueden convertirse en asunto de éxito o fracaso de una misión y hasta de vida o muerte para los astronautas y por tanto adquieren gran valor.
En pocas palabras tienen que llegar en buen estado y a tiempo a su destino, “a como dé lugar”. Baste decir que los temas de control de mercancías peligrosas, empaquetado, etiquetado, pesaje y distribución en el interior del transporte son enormemente complejos.
De todas las naves logísticas destacaron por su capacidad y versatilidad los Transbordadores Espaciales norteamericanos Columbia, Challenger, Discovery, Atlantis y Endeavour, capaces de llevar hasta 24 mil 400 kg de material a una órbita baja y tres mil 810 kg a una órbita superior de transferencia geoestacionaria.
Desde el despegue de su primera misión (STS-1 con el Columbia), lanzada el 12 de abril de 1981, hasta su última (STS-135 del 8 de julio de 2011 con el Atlantis), los transbordadores fueron utilizados para diversos fines, incluyendo el lanzamiento, recuperación o mantenimiento de satélites y el abastecimiento de módulos orbitales en la Estación Espacial Internacional.
Imposible hablar de estas prodigiosas naves sin recordar esos dos grandes accidentes que las marcaron, el primero de ellos ocurrido el 28 de enero de 1986 al Challenger y el segundo el de febrero del año 2003 destruyendo al Columbia, matando en cada caso a sus siete ocupantes.
Hoy día el transporte espacial de carga, incluyendo el abasto de la Estación Internacional se realiza con mayor frecuencia con naves no tripuladas en misiones a cargo tanto de agencias gubernamentales como de empresas privadas norteamericanas, europeas, rusas y chinas.
Conforme se materialicen los planes de nuevas aventuras espaciales humanas tripuladas, incluyendo viajes a Marte o nuevas plataformas geoestacionarias, el tema logístico cobrará en este ámbito, todavía mayor importancia.
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Es así que la carrera espacial requiere de todo tipo naves cargueras de diversas capacidades y prestaciones, pero sin duda, sumamente confiables, considerando que en esos ambientes, ya sea un kilo de combustible, un litro de agua, un chip de computadora, una herramienta o refacción, una medicina o un paquete de alimentos, pueden convertirse en asunto de éxito o fracaso de una misión y hasta de vida o muerte para los astronautas y por tanto adquieren gran valor.
En pocas palabras tienen que llegar en buen estado y a tiempo a su destino, “a como dé lugar”. Baste decir que los temas de control de mercancías peligrosas, empaquetado, etiquetado, pesaje y distribución en el interior del transporte son enormemente complejos.
De todas las naves logísticas destacaron por su capacidad y versatilidad los Transbordadores Espaciales norteamericanos Columbia, Challenger, Discovery, Atlantis y Endeavour, capaces de llevar hasta 24 mil 400 kg de material a una órbita baja y tres mil 810 kg a una órbita superior de transferencia geoestacionaria.
Desde el despegue de su primera misión (STS-1 con el Columbia), lanzada el 12 de abril de 1981, hasta su última (STS-135 del 8 de julio de 2011 con el Atlantis), los transbordadores fueron utilizados para diversos fines, incluyendo el lanzamiento, recuperación o mantenimiento de satélites y el abastecimiento de módulos orbitales en la Estación Espacial Internacional.
Imposible hablar de estas prodigiosas naves sin recordar esos dos grandes accidentes que las marcaron, el primero de ellos ocurrido el 28 de enero de 1986 al Challenger y el segundo el de febrero del año 2003 destruyendo al Columbia, matando en cada caso a sus siete ocupantes.
Hoy día el transporte espacial de carga, incluyendo el abasto de la Estación Internacional se realiza con mayor frecuencia con naves no tripuladas en misiones a cargo tanto de agencias gubernamentales como de empresas privadas norteamericanas, europeas, rusas y chinas.
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Es así que la carrera espacial requiere de todo tipo naves cargueras de diversas capacidades y prestaciones, pero sin duda, sumamente confiables, considerando que en esos ambientes, ya sea un kilo de combustible, un litro de agua, un chip de computadora, una herramienta o refacción, una medicina o un paquete de alimentos, pueden convertirse en asunto de éxito o fracaso de una misión y hasta de vida o muerte para los astronautas y por tanto adquieren gran valor.
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De todas las naves logísticas destacaron por su capacidad y versatilidad los Transbordadores Espaciales norteamericanos Columbia, Challenger, Discovery, Atlantis y Endeavour, capaces de llevar hasta 24 mil 400 kg de material a una órbita baja y tres mil 810 kg a una órbita superior de transferencia geoestacionaria.
Desde el despegue de su primera misión (STS-1 con el Columbia), lanzada el 12 de abril de 1981, hasta su última (STS-135 del 8 de julio de 2011 con el Atlantis), los transbordadores fueron utilizados para diversos fines, incluyendo el lanzamiento, recuperación o mantenimiento de satélites y el abastecimiento de módulos orbitales en la Estación Espacial Internacional.
Imposible hablar de estas prodigiosas naves sin recordar esos dos grandes accidentes que las marcaron, el primero de ellos ocurrido el 28 de enero de 1986 al Challenger y el segundo el de febrero del año 2003 destruyendo al Columbia, matando en cada caso a sus siete ocupantes.
Hoy día el transporte espacial de carga, incluyendo el abasto de la Estación Internacional se realiza con mayor frecuencia con naves no tripuladas en misiones a cargo tanto de agencias gubernamentales como de empresas privadas norteamericanas, europeas, rusas y chinas.
Conforme se materialicen los planes de nuevas aventuras espaciales humanas tripuladas, incluyendo viajes a Marte o nuevas plataformas geoestacionarias, el tema logístico cobrará en este ámbito, todavía mayor importancia.
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Es así que la carrera espacial requiere de todo tipo naves cargueras de diversas capacidades y prestaciones, pero sin duda, sumamente confiables, considerando que en esos ambientes, ya sea un kilo de combustible, un litro de agua, un chip de computadora, una herramienta o refacción, una medicina o un paquete de alimentos, pueden convertirse en asunto de éxito o fracaso de una misión y hasta de vida o muerte para los astronautas y por tanto adquieren gran valor.
En pocas palabras tienen que llegar en buen estado y a tiempo a su destino, “a como dé lugar”. Baste decir que los temas de control de mercancías peligrosas, empaquetado, etiquetado, pesaje y distribución en el interior del transporte son enormemente complejos.
De todas las naves logísticas destacaron por su capacidad y versatilidad los Transbordadores Espaciales norteamericanos Columbia, Challenger, Discovery, Atlantis y Endeavour, capaces de llevar hasta 24 mil 400 kg de material a una órbita baja y tres mil 810 kg a una órbita superior de transferencia geoestacionaria.
Desde el despegue de su primera misión (STS-1 con el Columbia), lanzada el 12 de abril de 1981, hasta su última (STS-135 del 8 de julio de 2011 con el Atlantis), los transbordadores fueron utilizados para diversos fines, incluyendo el lanzamiento, recuperación o mantenimiento de satélites y el abastecimiento de módulos orbitales en la Estación Espacial Internacional.
Imposible hablar de estas prodigiosas naves sin recordar esos dos grandes accidentes que las marcaron, el primero de ellos ocurrido el 28 de enero de 1986 al Challenger y el segundo el de febrero del año 2003 destruyendo al Columbia, matando en cada caso a sus siete ocupantes.
Hoy día el transporte espacial de carga, incluyendo el abasto de la Estación Internacional se realiza con mayor frecuencia con naves no tripuladas en misiones a cargo tanto de agencias gubernamentales como de empresas privadas norteamericanas, europeas, rusas y chinas.
Conforme se materialicen los planes de nuevas aventuras espaciales humanas tripuladas, incluyendo viajes a Marte o nuevas plataformas geoestacionarias, el tema logístico cobrará en este ámbito, todavía mayor importancia.
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Es así que la carrera espacial requiere de todo tipo naves cargueras de diversas capacidades y prestaciones, pero sin duda, sumamente confiables, considerando que en esos ambientes, ya sea un kilo de combustible, un litro de agua, un chip de computadora, una herramienta o refacción, una medicina o un paquete de alimentos, pueden convertirse en asunto de éxito o fracaso de una misión y hasta de vida o muerte para los astronautas y por tanto adquieren gran valor.
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Desde el despegue de su primera misión (STS-1 con el Columbia), lanzada el 12 de abril de 1981, hasta su última (STS-135 del 8 de julio de 2011 con el Atlantis), los transbordadores fueron utilizados para diversos fines, incluyendo el lanzamiento, recuperación o mantenimiento de satélites y el abastecimiento de módulos orbitales en la Estación Espacial Internacional.
Imposible hablar de estas prodigiosas naves sin recordar esos dos grandes accidentes que las marcaron, el primero de ellos ocurrido el 28 de enero de 1986 al Challenger y el segundo el de febrero del año 2003 destruyendo al Columbia, matando en cada caso a sus siete ocupantes.
Hoy día el transporte espacial de carga, incluyendo el abasto de la Estación Internacional se realiza con mayor frecuencia con naves no tripuladas en misiones a cargo tanto de agencias gubernamentales como de empresas privadas norteamericanas, europeas, rusas y chinas.
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