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¿Y por qué no un carguero supersónico civil?
¡Los ha habido! Remontémonos a la era soviética: Aeroflot, entonces la aerolínea más grande del mundo puso en servicio al Tupolev 144 o TU-144, el primer supérsónico civil en volar en diciembre de 1968, inicialmente como avión carguero en la ruta Moscú (Rusia) – Alma Ata (Kazakhstan) en preparación a los vuelos de pasajeros.
Con el fracaso de esos últimos el TU-144 volvió a ser empleado exclusivamente como carguero agregando a la ciudad siberiana de Khabarovsk a su red de servicios supersónicos, si bien seguramente limitados a nos más de 10 toneladas por vuelo de carga desde Moscú. Un verdadero desastre en términos financieros, pero recordemos que en la Aeroflot de la era comunista, la palabra “rentabilidad” no existía, no así la palabras “prestigio y estrategia “que virtualmente regían la vida soviética, justificando así políticamente, por lo menos durante algunos años, el costoso desarrollo y operación del TU-144.
A diferencia de lo que ocurre con los servicios de pasajeros en los que las grandes velocidades pueden suponer ya sean llegadas o salidas en horarios totalmente fuera de mercado, la carga puede transitar por un aeropuerto a la hora que sea y lo que es mejor; ¡lo hace sin quejarse! Conforme los gobiernos inglés y francés ya no encontraban la manera de colocar hacia 1980 los 14 Concordes de producción para aerolíneas que sus industrias aeroespaciales habían fabricado y que terminaron siendo parte de las flotas de Air France y British Airways, la empresa de mensajería norteamericana Federal Express consideró la posibilidad de operar un Concorde de British Airways en vuelos transatlánticos de carga uniendo a los Estados Unidos con Europa vía Shannon, Irlanda y hasta operar 2 Concordes especialmente modificados para cargueros en vuelos transpacíficos con destino a Asia.
Seguramente un cálculo más detallado de las economías que dichos vuelos supondrían convenció a los ejecutivos de Federal Express de olvidarse de la idea, como seguramente lo harán los ejecutivos de cualquier otro operador, al que se les proponga la idea de usar aeronaves supersónicas en sus servicios hasta que se hayan solucionado los problemas técnicos asociados a los vuelos supersónicos y sobretodo se ofrezca una plataforma comercialmente viable.
Tan severo es el reto que ni los militares se han interesado en las ofertas similares al Concorde o al TU-144 para el transporte de pasajeros y carga. Cualquiera podría suponer que la capacidad de volar a más del doble de la velocidad del sonido para desplegar tropas y pertrechos sería razón suficiente para que las fuerzas aéreas de las principales naciones apoyasen este tipo de aeronaves ¿verdad? Lo cierto es que no ha sucedido y dudo mucho que suceda, es así que me atrevo a suponer, que por lo menos en este siglo no veremos un nuevo aerotransporte supersónico.