El azúcar mexicana entraba a este mercado desde 2008, sin cuotas ni aranceles, pero a partir de 2015 las exportaciones se sujetaron a límites de precios y volúmenes ya que nuestro socio argumentó que el producto mexicano estaba subsidiado y afectaba a su industria. Lo anterior llevó establecer límites llamados “acuerdos de suspensión”, un esquema de cupos mediante el cual México evitaba un procedimiento por supuesto dumping.
Bajo el acuerdo recientemente logrado México tendrá que reducir a 30% la cantidad de azúcar refinada (99.5% de pureza), que dentro de su cupo, puede exportar a Estados Unidos – siendo este producto el de mayor precio y valor para nuestra industria.
De igual forma, México podrá proveer dentro de su cupo 70% de azúcar morena (99.2% de pureza), producto que concluirá su proceso de refinado en empresas estadounidenses, quienes sacarán el azúcar al mercado con su marca y con un precio mayor.
Esto les dará acceso a una cuota de mercado que anteriormente era exclusiva de los exportadores mexicanos. El principal reto para los ingenios mexicanos radica en readaptar sus esquemas de manufactura para contar con mayor capacidad de producción de un endulzante de menor calidad, azúcar morena.
Como referencia en 2016 el excedente que México exportó de azúcar a Estados Unidos fue de más de mil 100 millones de toneladas, bajo un esquema donde 53% del total debía ser azúcar refinada y 47% azúcar morena. La industria azucarera en México genera 930 mil empleos directos.
El acuerdo alcanzado carece del apoyo de las industrias azucareras y cañeras de los dos países; desde la óptica estadounidense el problema radica en que las exportaciones mexicanas tienen un problema de dumping, por su parte la industria mexicana establece que en México enfrentamos la presencia de fructosa estadounidense que compite con una calidad y precios inferiores con el azúcar mexicana; hecho que no se refleja en los puntos negociados.
El mayor problema para nuestra industria es que el gobierno haya negociado un acuerdo para el que no existe un estudio que plantee:
(1) afectaciones monetarias que puedan surgir si por razones técnico-productivas los ingenios no pueden exportar mayor cantidad de azúcar morena vs azúcar refinada;
(2) la cantidad de recurso para que la industria pueda hacer la conversión tecnológica que se requiera para cumplir el cambio en el tipo de azúcar que ahora permite el mercado de Estados Unidos;
(3) un plan de diversificación de mercados para que en caso que la industria mexicana no tenga rentabilidad en la exportación de azúcar morena a Estados Unidos sí se exporte azúcar refinada a otros destinos sin tener que incurrir en adecuaciones productivas.
Finalmente analizando el comunicado de prensa emitido por el gobierno estadounidense se observa que éste hace mención expresa que las autoridades mexicanas cedieron “prácticamente a todas las peticiones hechas por los negociadores estadounidenses”; lo cual es inexacto ya que en el acuerdo sí se evita el establecimiento de impuestos adicionales que era una exigencia de la industria azucarera estadounidense.
En lo que compete a México el marco y resultado del acuerdo azucarero puede implicar un ejemplo de cómo Estados Unidos pretende establecer su negociación del TLCAN – posiblemente marcada en acuerdos que no tengan el apoyo sectorial de los países involucrados, carezca de estudios económicos que reflejen los impactos de los mismos y bajo un discurso del gobierno estadounidense en que siempre, al menos en apariencia, logre su objetivo afectando a terceros.
Comenta y sígueme en Twitter: @hongko888
Email: rlopez@asiabizconsulting.com
El azúcar mexicana entraba a este mercado desde 2008, sin cuotas ni aranceles, pero a partir de 2015 las exportaciones se sujetaron a límites de precios y volúmenes ya que nuestro socio argumentó que el producto mexicano estaba subsidiado y afectaba a su industria. Lo anterior llevó establecer límites llamados “acuerdos de suspensión”, un esquema de cupos mediante el cual México evitaba un procedimiento por supuesto dumping.
Bajo el acuerdo recientemente logrado México tendrá que reducir a 30% la cantidad de azúcar refinada (99.5% de pureza), que dentro de su cupo, puede exportar a Estados Unidos – siendo este producto el de mayor precio y valor para nuestra industria.
De igual forma, México podrá proveer dentro de su cupo 70% de azúcar morena (99.2% de pureza), producto que concluirá su proceso de refinado en empresas estadounidenses, quienes sacarán el azúcar al mercado con su marca y con un precio mayor.
Esto les dará acceso a una cuota de mercado que anteriormente era exclusiva de los exportadores mexicanos. El principal reto para los ingenios mexicanos radica en readaptar sus esquemas de manufactura para contar con mayor capacidad de producción de un endulzante de menor calidad, azúcar morena.
Como referencia en 2016 el excedente que México exportó de azúcar a Estados Unidos fue de más de mil 100 millones de toneladas, bajo un esquema donde 53% del total debía ser azúcar refinada y 47% azúcar morena. La industria azucarera en México genera 930 mil empleos directos.
El acuerdo alcanzado carece del apoyo de las industrias azucareras y cañeras de los dos países; desde la óptica estadounidense el problema radica en que las exportaciones mexicanas tienen un problema de dumping, por su parte la industria mexicana establece que en México enfrentamos la presencia de fructosa estadounidense que compite con una calidad y precios inferiores con el azúcar mexicana; hecho que no se refleja en los puntos negociados.
El mayor problema para nuestra industria es que el gobierno haya negociado un acuerdo para el que no existe un estudio que plantee:
(1) afectaciones monetarias que puedan surgir si por razones técnico-productivas los ingenios no pueden exportar mayor cantidad de azúcar morena vs azúcar refinada;
(2) la cantidad de recurso para que la industria pueda hacer la conversión tecnológica que se requiera para cumplir el cambio en el tipo de azúcar que ahora permite el mercado de Estados Unidos;
(3) un plan de diversificación de mercados para que en caso que la industria mexicana no tenga rentabilidad en la exportación de azúcar morena a Estados Unidos sí se exporte azúcar refinada a otros destinos sin tener que incurrir en adecuaciones productivas.
Finalmente analizando el comunicado de prensa emitido por el gobierno estadounidense se observa que éste hace mención expresa que las autoridades mexicanas cedieron “prácticamente a todas las peticiones hechas por los negociadores estadounidenses”; lo cual es inexacto ya que en el acuerdo sí se evita el establecimiento de impuestos adicionales que era una exigencia de la industria azucarera estadounidense.
En lo que compete a México el marco y resultado del acuerdo azucarero puede implicar un ejemplo de cómo Estados Unidos pretende establecer su negociación del TLCAN – posiblemente marcada en acuerdos que no tengan el apoyo sectorial de los países involucrados, carezca de estudios económicos que reflejen los impactos de los mismos y bajo un discurso del gobierno estadounidense en que siempre, al menos en apariencia, logre su objetivo afectando a terceros.
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El azúcar mexicana entraba a este mercado desde 2008, sin cuotas ni aranceles, pero a partir de 2015 las exportaciones se sujetaron a límites de precios y volúmenes ya que nuestro socio argumentó que el producto mexicano estaba subsidiado y afectaba a su industria. Lo anterior llevó establecer límites llamados “acuerdos de suspensión”, un esquema de cupos mediante el cual México evitaba un procedimiento por supuesto dumping.
Bajo el acuerdo recientemente logrado México tendrá que reducir a 30% la cantidad de azúcar refinada (99.5% de pureza), que dentro de su cupo, puede exportar a Estados Unidos – siendo este producto el de mayor precio y valor para nuestra industria.
De igual forma, México podrá proveer dentro de su cupo 70% de azúcar morena (99.2% de pureza), producto que concluirá su proceso de refinado en empresas estadounidenses, quienes sacarán el azúcar al mercado con su marca y con un precio mayor.
Esto les dará acceso a una cuota de mercado que anteriormente era exclusiva de los exportadores mexicanos. El principal reto para los ingenios mexicanos radica en readaptar sus esquemas de manufactura para contar con mayor capacidad de producción de un endulzante de menor calidad, azúcar morena.
Como referencia en 2016 el excedente que México exportó de azúcar a Estados Unidos fue de más de mil 100 millones de toneladas, bajo un esquema donde 53% del total debía ser azúcar refinada y 47% azúcar morena. La industria azucarera en México genera 930 mil empleos directos.
El acuerdo alcanzado carece del apoyo de las industrias azucareras y cañeras de los dos países; desde la óptica estadounidense el problema radica en que las exportaciones mexicanas tienen un problema de dumping, por su parte la industria mexicana establece que en México enfrentamos la presencia de fructosa estadounidense que compite con una calidad y precios inferiores con el azúcar mexicana; hecho que no se refleja en los puntos negociados.
El mayor problema para nuestra industria es que el gobierno haya negociado un acuerdo para el que no existe un estudio que plantee:
(1) afectaciones monetarias que puedan surgir si por razones técnico-productivas los ingenios no pueden exportar mayor cantidad de azúcar morena vs azúcar refinada;
(2) la cantidad de recurso para que la industria pueda hacer la conversión tecnológica que se requiera para cumplir el cambio en el tipo de azúcar que ahora permite el mercado de Estados Unidos;
(3) un plan de diversificación de mercados para que en caso que la industria mexicana no tenga rentabilidad en la exportación de azúcar morena a Estados Unidos sí se exporte azúcar refinada a otros destinos sin tener que incurrir en adecuaciones productivas.
Finalmente analizando el comunicado de prensa emitido por el gobierno estadounidense se observa que éste hace mención expresa que las autoridades mexicanas cedieron “prácticamente a todas las peticiones hechas por los negociadores estadounidenses”; lo cual es inexacto ya que en el acuerdo sí se evita el establecimiento de impuestos adicionales que era una exigencia de la industria azucarera estadounidense.
En lo que compete a México el marco y resultado del acuerdo azucarero puede implicar un ejemplo de cómo Estados Unidos pretende establecer su negociación del TLCAN – posiblemente marcada en acuerdos que no tengan el apoyo sectorial de los países involucrados, carezca de estudios económicos que reflejen los impactos de los mismos y bajo un discurso del gobierno estadounidense en que siempre, al menos en apariencia, logre su objetivo afectando a terceros.
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El azúcar mexicana entraba a este mercado desde 2008, sin cuotas ni aranceles, pero a partir de 2015 las exportaciones se sujetaron a límites de precios y volúmenes ya que nuestro socio argumentó que el producto mexicano estaba subsidiado y afectaba a su industria. Lo anterior llevó establecer límites llamados “acuerdos de suspensión”, un esquema de cupos mediante el cual México evitaba un procedimiento por supuesto dumping.
Bajo el acuerdo recientemente logrado México tendrá que reducir a 30% la cantidad de azúcar refinada (99.5% de pureza), que dentro de su cupo, puede exportar a Estados Unidos – siendo este producto el de mayor precio y valor para nuestra industria.
De igual forma, México podrá proveer dentro de su cupo 70% de azúcar morena (99.2% de pureza), producto que concluirá su proceso de refinado en empresas estadounidenses, quienes sacarán el azúcar al mercado con su marca y con un precio mayor.
Esto les dará acceso a una cuota de mercado que anteriormente era exclusiva de los exportadores mexicanos. El principal reto para los ingenios mexicanos radica en readaptar sus esquemas de manufactura para contar con mayor capacidad de producción de un endulzante de menor calidad, azúcar morena.
Como referencia en 2016 el excedente que México exportó de azúcar a Estados Unidos fue de más de mil 100 millones de toneladas, bajo un esquema donde 53% del total debía ser azúcar refinada y 47% azúcar morena. La industria azucarera en México genera 930 mil empleos directos.
El acuerdo alcanzado carece del apoyo de las industrias azucareras y cañeras de los dos países; desde la óptica estadounidense el problema radica en que las exportaciones mexicanas tienen un problema de dumping, por su parte la industria mexicana establece que en México enfrentamos la presencia de fructosa estadounidense que compite con una calidad y precios inferiores con el azúcar mexicana; hecho que no se refleja en los puntos negociados.
El mayor problema para nuestra industria es que el gobierno haya negociado un acuerdo para el que no existe un estudio que plantee:
(1) afectaciones monetarias que puedan surgir si por razones técnico-productivas los ingenios no pueden exportar mayor cantidad de azúcar morena vs azúcar refinada;
(2) la cantidad de recurso para que la industria pueda hacer la conversión tecnológica que se requiera para cumplir el cambio en el tipo de azúcar que ahora permite el mercado de Estados Unidos;
(3) un plan de diversificación de mercados para que en caso que la industria mexicana no tenga rentabilidad en la exportación de azúcar morena a Estados Unidos sí se exporte azúcar refinada a otros destinos sin tener que incurrir en adecuaciones productivas.
Finalmente analizando el comunicado de prensa emitido por el gobierno estadounidense se observa que éste hace mención expresa que las autoridades mexicanas cedieron “prácticamente a todas las peticiones hechas por los negociadores estadounidenses”; lo cual es inexacto ya que en el acuerdo sí se evita el establecimiento de impuestos adicionales que era una exigencia de la industria azucarera estadounidense.
En lo que compete a México el marco y resultado del acuerdo azucarero puede implicar un ejemplo de cómo Estados Unidos pretende establecer su negociación del TLCAN – posiblemente marcada en acuerdos que no tengan el apoyo sectorial de los países involucrados, carezca de estudios económicos que reflejen los impactos de los mismos y bajo un discurso del gobierno estadounidense en que siempre, al menos en apariencia, logre su objetivo afectando a terceros.
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El azúcar mexicana entraba a este mercado desde 2008, sin cuotas ni aranceles, pero a partir de 2015 las exportaciones se sujetaron a límites de precios y volúmenes ya que nuestro socio argumentó que el producto mexicano estaba subsidiado y afectaba a su industria. Lo anterior llevó establecer límites llamados “acuerdos de suspensión”, un esquema de cupos mediante el cual México evitaba un procedimiento por supuesto dumping.
Bajo el acuerdo recientemente logrado México tendrá que reducir a 30% la cantidad de azúcar refinada (99.5% de pureza), que dentro de su cupo, puede exportar a Estados Unidos – siendo este producto el de mayor precio y valor para nuestra industria.
De igual forma, México podrá proveer dentro de su cupo 70% de azúcar morena (99.2% de pureza), producto que concluirá su proceso de refinado en empresas estadounidenses, quienes sacarán el azúcar al mercado con su marca y con un precio mayor.
Esto les dará acceso a una cuota de mercado que anteriormente era exclusiva de los exportadores mexicanos. El principal reto para los ingenios mexicanos radica en readaptar sus esquemas de manufactura para contar con mayor capacidad de producción de un endulzante de menor calidad, azúcar morena.
Como referencia en 2016 el excedente que México exportó de azúcar a Estados Unidos fue de más de mil 100 millones de toneladas, bajo un esquema donde 53% del total debía ser azúcar refinada y 47% azúcar morena. La industria azucarera en México genera 930 mil empleos directos.
El acuerdo alcanzado carece del apoyo de las industrias azucareras y cañeras de los dos países; desde la óptica estadounidense el problema radica en que las exportaciones mexicanas tienen un problema de dumping, por su parte la industria mexicana establece que en México enfrentamos la presencia de fructosa estadounidense que compite con una calidad y precios inferiores con el azúcar mexicana; hecho que no se refleja en los puntos negociados.
El mayor problema para nuestra industria es que el gobierno haya negociado un acuerdo para el que no existe un estudio que plantee:
(1) afectaciones monetarias que puedan surgir si por razones técnico-productivas los ingenios no pueden exportar mayor cantidad de azúcar morena vs azúcar refinada;
(2) la cantidad de recurso para que la industria pueda hacer la conversión tecnológica que se requiera para cumplir el cambio en el tipo de azúcar que ahora permite el mercado de Estados Unidos;
(3) un plan de diversificación de mercados para que en caso que la industria mexicana no tenga rentabilidad en la exportación de azúcar morena a Estados Unidos sí se exporte azúcar refinada a otros destinos sin tener que incurrir en adecuaciones productivas.
Finalmente analizando el comunicado de prensa emitido por el gobierno estadounidense se observa que éste hace mención expresa que las autoridades mexicanas cedieron “prácticamente a todas las peticiones hechas por los negociadores estadounidenses”; lo cual es inexacto ya que en el acuerdo sí se evita el establecimiento de impuestos adicionales que era una exigencia de la industria azucarera estadounidense.
En lo que compete a México el marco y resultado del acuerdo azucarero puede implicar un ejemplo de cómo Estados Unidos pretende establecer su negociación del TLCAN – posiblemente marcada en acuerdos que no tengan el apoyo sectorial de los países involucrados, carezca de estudios económicos que reflejen los impactos de los mismos y bajo un discurso del gobierno estadounidense en que siempre, al menos en apariencia, logre su objetivo afectando a terceros.
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El azúcar mexicana entraba a este mercado desde 2008, sin cuotas ni aranceles, pero a partir de 2015 las exportaciones se sujetaron a límites de precios y volúmenes ya que nuestro socio argumentó que el producto mexicano estaba subsidiado y afectaba a su industria. Lo anterior llevó establecer límites llamados “acuerdos de suspensión”, un esquema de cupos mediante el cual México evitaba un procedimiento por supuesto dumping.
Bajo el acuerdo recientemente logrado México tendrá que reducir a 30% la cantidad de azúcar refinada (99.5% de pureza), que dentro de su cupo, puede exportar a Estados Unidos – siendo este producto el de mayor precio y valor para nuestra industria.
De igual forma, México podrá proveer dentro de su cupo 70% de azúcar morena (99.2% de pureza), producto que concluirá su proceso de refinado en empresas estadounidenses, quienes sacarán el azúcar al mercado con su marca y con un precio mayor.
Esto les dará acceso a una cuota de mercado que anteriormente era exclusiva de los exportadores mexicanos. El principal reto para los ingenios mexicanos radica en readaptar sus esquemas de manufactura para contar con mayor capacidad de producción de un endulzante de menor calidad, azúcar morena.
Como referencia en 2016 el excedente que México exportó de azúcar a Estados Unidos fue de más de mil 100 millones de toneladas, bajo un esquema donde 53% del total debía ser azúcar refinada y 47% azúcar morena. La industria azucarera en México genera 930 mil empleos directos.
El acuerdo alcanzado carece del apoyo de las industrias azucareras y cañeras de los dos países; desde la óptica estadounidense el problema radica en que las exportaciones mexicanas tienen un problema de dumping, por su parte la industria mexicana establece que en México enfrentamos la presencia de fructosa estadounidense que compite con una calidad y precios inferiores con el azúcar mexicana; hecho que no se refleja en los puntos negociados.
El mayor problema para nuestra industria es que el gobierno haya negociado un acuerdo para el que no existe un estudio que plantee:
(1) afectaciones monetarias que puedan surgir si por razones técnico-productivas los ingenios no pueden exportar mayor cantidad de azúcar morena vs azúcar refinada;
(2) la cantidad de recurso para que la industria pueda hacer la conversión tecnológica que se requiera para cumplir el cambio en el tipo de azúcar que ahora permite el mercado de Estados Unidos;
(3) un plan de diversificación de mercados para que en caso que la industria mexicana no tenga rentabilidad en la exportación de azúcar morena a Estados Unidos sí se exporte azúcar refinada a otros destinos sin tener que incurrir en adecuaciones productivas.
Finalmente analizando el comunicado de prensa emitido por el gobierno estadounidense se observa que éste hace mención expresa que las autoridades mexicanas cedieron “prácticamente a todas las peticiones hechas por los negociadores estadounidenses”; lo cual es inexacto ya que en el acuerdo sí se evita el establecimiento de impuestos adicionales que era una exigencia de la industria azucarera estadounidense.
En lo que compete a México el marco y resultado del acuerdo azucarero puede implicar un ejemplo de cómo Estados Unidos pretende establecer su negociación del TLCAN – posiblemente marcada en acuerdos que no tengan el apoyo sectorial de los países involucrados, carezca de estudios económicos que reflejen los impactos de los mismos y bajo un discurso del gobierno estadounidense en que siempre, al menos en apariencia, logre su objetivo afectando a terceros.
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El azúcar mexicana entraba a este mercado desde 2008, sin cuotas ni aranceles, pero a partir de 2015 las exportaciones se sujetaron a límites de precios y volúmenes ya que nuestro socio argumentó que el producto mexicano estaba subsidiado y afectaba a su industria. Lo anterior llevó establecer límites llamados “acuerdos de suspensión”, un esquema de cupos mediante el cual México evitaba un procedimiento por supuesto dumping.
Bajo el acuerdo recientemente logrado México tendrá que reducir a 30% la cantidad de azúcar refinada (99.5% de pureza), que dentro de su cupo, puede exportar a Estados Unidos – siendo este producto el de mayor precio y valor para nuestra industria.
De igual forma, México podrá proveer dentro de su cupo 70% de azúcar morena (99.2% de pureza), producto que concluirá su proceso de refinado en empresas estadounidenses, quienes sacarán el azúcar al mercado con su marca y con un precio mayor.
Esto les dará acceso a una cuota de mercado que anteriormente era exclusiva de los exportadores mexicanos. El principal reto para los ingenios mexicanos radica en readaptar sus esquemas de manufactura para contar con mayor capacidad de producción de un endulzante de menor calidad, azúcar morena.
Como referencia en 2016 el excedente que México exportó de azúcar a Estados Unidos fue de más de mil 100 millones de toneladas, bajo un esquema donde 53% del total debía ser azúcar refinada y 47% azúcar morena. La industria azucarera en México genera 930 mil empleos directos.
El acuerdo alcanzado carece del apoyo de las industrias azucareras y cañeras de los dos países; desde la óptica estadounidense el problema radica en que las exportaciones mexicanas tienen un problema de dumping, por su parte la industria mexicana establece que en México enfrentamos la presencia de fructosa estadounidense que compite con una calidad y precios inferiores con el azúcar mexicana; hecho que no se refleja en los puntos negociados.
El mayor problema para nuestra industria es que el gobierno haya negociado un acuerdo para el que no existe un estudio que plantee:
(1) afectaciones monetarias que puedan surgir si por razones técnico-productivas los ingenios no pueden exportar mayor cantidad de azúcar morena vs azúcar refinada;
(2) la cantidad de recurso para que la industria pueda hacer la conversión tecnológica que se requiera para cumplir el cambio en el tipo de azúcar que ahora permite el mercado de Estados Unidos;
(3) un plan de diversificación de mercados para que en caso que la industria mexicana no tenga rentabilidad en la exportación de azúcar morena a Estados Unidos sí se exporte azúcar refinada a otros destinos sin tener que incurrir en adecuaciones productivas.
Finalmente analizando el comunicado de prensa emitido por el gobierno estadounidense se observa que éste hace mención expresa que las autoridades mexicanas cedieron “prácticamente a todas las peticiones hechas por los negociadores estadounidenses”; lo cual es inexacto ya que en el acuerdo sí se evita el establecimiento de impuestos adicionales que era una exigencia de la industria azucarera estadounidense.
En lo que compete a México el marco y resultado del acuerdo azucarero puede implicar un ejemplo de cómo Estados Unidos pretende establecer su negociación del TLCAN – posiblemente marcada en acuerdos que no tengan el apoyo sectorial de los países involucrados, carezca de estudios económicos que reflejen los impactos de los mismos y bajo un discurso del gobierno estadounidense en que siempre, al menos en apariencia, logre su objetivo afectando a terceros.
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Bajo el acuerdo recientemente logrado México tendrá que reducir a 30% la cantidad de azúcar refinada (99.5% de pureza), que dentro de su cupo, puede exportar a Estados Unidos – siendo este producto el de mayor precio y valor para nuestra industria.
De igual forma, México podrá proveer dentro de su cupo 70% de azúcar morena (99.2% de pureza), producto que concluirá su proceso de refinado en empresas estadounidenses, quienes sacarán el azúcar al mercado con su marca y con un precio mayor.
Esto les dará acceso a una cuota de mercado que anteriormente era exclusiva de los exportadores mexicanos. El principal reto para los ingenios mexicanos radica en readaptar sus esquemas de manufactura para contar con mayor capacidad de producción de un endulzante de menor calidad, azúcar morena.
Como referencia en 2016 el excedente que México exportó de azúcar a Estados Unidos fue de más de mil 100 millones de toneladas, bajo un esquema donde 53% del total debía ser azúcar refinada y 47% azúcar morena. La industria azucarera en México genera 930 mil empleos directos.
El acuerdo alcanzado carece del apoyo de las industrias azucareras y cañeras de los dos países; desde la óptica estadounidense el problema radica en que las exportaciones mexicanas tienen un problema de dumping, por su parte la industria mexicana establece que en México enfrentamos la presencia de fructosa estadounidense que compite con una calidad y precios inferiores con el azúcar mexicana; hecho que no se refleja en los puntos negociados.
El mayor problema para nuestra industria es que el gobierno haya negociado un acuerdo para el que no existe un estudio que plantee:
(1) afectaciones monetarias que puedan surgir si por razones técnico-productivas los ingenios no pueden exportar mayor cantidad de azúcar morena vs azúcar refinada;
(2) la cantidad de recurso para que la industria pueda hacer la conversión tecnológica que se requiera para cumplir el cambio en el tipo de azúcar que ahora permite el mercado de Estados Unidos;
(3) un plan de diversificación de mercados para que en caso que la industria mexicana no tenga rentabilidad en la exportación de azúcar morena a Estados Unidos sí se exporte azúcar refinada a otros destinos sin tener que incurrir en adecuaciones productivas.
Finalmente analizando el comunicado de prensa emitido por el gobierno estadounidense se observa que éste hace mención expresa que las autoridades mexicanas cedieron “prácticamente a todas las peticiones hechas por los negociadores estadounidenses”; lo cual es inexacto ya que en el acuerdo sí se evita el establecimiento de impuestos adicionales que era una exigencia de la industria azucarera estadounidense.
En lo que compete a México el marco y resultado del acuerdo azucarero puede implicar un ejemplo de cómo Estados Unidos pretende establecer su negociación del TLCAN – posiblemente marcada en acuerdos que no tengan el apoyo sectorial de los países involucrados, carezca de estudios económicos que reflejen los impactos de los mismos y bajo un discurso del gobierno estadounidense en que siempre, al menos en apariencia, logre su objetivo afectando a terceros.
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