Cuando hay poca confianza se generan fricciones, ya sea por conductas poco éticas o por conductas éticas pero incompetentes (porque incluso las buenas intenciones nunca pueden sustituir a un juicio erróneo). Cuando hay poca confianza se paga un precio muy alto en la vida y en las organizaciones… La escasa confianza lo ralentiza todo: todas las decisiones, todas las comunicaciones y todas las relaciones, explica Stephen M.R. Covey en su libro: “La velocidad de la confianza”.
Y ese es el tema central en este 2015 en nuestra vida pública. Terminamos 2014 con la confianza en nuestros líderes por los suelos, después de un romance que nos entusiasmó por la serie de reformas estructurales que por fin se habían llevado a cabo; pero las muertes de Ayotzinapa, las casas del Grupo Higa financiadas a la primera dama y al secretario de Hacienda, Luis Videgaray, y la entrega del proyecto del Tren de Alta Velocidad a un consorcio formado por China Railway Construction Corporation y Grupo Higa, nos desmintieron, y confirmaron que regresó al poder el mismo PRI que ya conocíamos.
Lo peor, es la mala estrategia de comunicación que se ha tenido para estos temas, que no ha dejado satisfecha a la opinión pública, sino que alimenta más las dudas sobre el manejo honesto de la gestión pública. Parece que se le tiene miedo a salir al paso y reconocer los errores del conflicto de interés en que se ha incurrido.
El escenario que tenemos es el peor de todos: La confianza se ha destruido. Ahora necesitamos del prestigio de un organismo como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), para firmar un acuerdo que permita recuperar algo de la confianza que se perdió en nuestras autoridades de la Secretaría (Ministerio) de Comunicaciones y Transportes (SCT) en los concursos de licitación del Tren de Alta Velocidad México-Querétaro y del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México.
¿Y quién pagará esta asesoría? Pues los mismos de siempre. Los ciudadanos que pagamos nuestros impuestos. Y aquí se confirma la regla, de que la pérdida de la confianza se paga con un precio muy alto.
Tan sencillo que fue en la administración del Presidente Ernesto Zedillo, cuando todos los procesos de licitación (puertos, aeropuertos, ferrocarriles, satélites, telecomunicaciones, líneas aéreas, concesiones de distribución de gas natural, etcétera), se hicieron frente a los medios de comunicación en todas sus etapas. Vale recordar que ninguna licitación en los años 1994-2000 fue cuestionada o puesta en duda por algún concursante. Entonces, ¿por qué no le preguntamos a él?
Ya tenemos a Transparencia Mexicana actuando en casi todos los concursos y a la Contraloría. Por qué no han sido suficientes para que las licitaciones sean incuestionables. Mi opinión es que si no existe la voluntad para que lo sean, no lo serán por más organismos que las vigilen, sobre todo si además no se escucha a los ojos vigilantes. Ahí está el ejemplo del telepeaje, donde las recomendaciones y observaciones que hizo la testigo social no fueron atendidas por la Secretaría de la Función Pública, y se adjudicó el contrato a la opción más cara, a pesar de que la alternativa más barata proponía la misma tecnología del consorcio al que se adjudicó. Entonces, por más celadores que se pongan, el tema al final es la voluntad de hacer reglas muy claras que no dejen resquicio a criterios subjetivos de valoración y que los concursos se hagan en presencia de los medios de comunicación. Ya el Presidente Zedillo nos demostró que es la opción más barata y eficiente.
Ya veremos en los próximos meses si este gobierno apuesta por recuperar la confianza perdida si realmente quiere trascender como un gobierno transformador. Por lo pronto, a todos ya nos está saliendo más cara la pérdida de confianza.
P.D.
El autotransporte mexicano no reaccionó con entusiasmo a la apertura de la frontera de los Estados Unidos para su libre circulación. La preocupación de los Teamsters parece pues exagerada para el impacto que ésta parece que tendrá.
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