Mucho, pero mucho ruido hicieron en las redes sociales las imágenes de un Boeing 747 siendo literalmente atacado recientemente por decenas de rayos láser emitidos desde ese mortal polvorín llamado Tultepec, Estado de México, en un ambiente risueño propio de hienas en pleno festín, tanto que en las mismas redes sociales han comenzado a aparecer mensajes procedentes del extranjero, en los que se indica literalmente que el espacio aéreo de la Ciudad de México es uno de los lugares del mundo en el que se registran un mayor número de estos que no debemos definir de otra manera que como atentados a la seguridad de las operaciones aéreas y por ende a la vida tanto de los ocupantes de las aeronaves, como de las personas en tierra que podrían verse afectadas en caso de que alguna de ellas se estrelle a consecuencia de sus tripulaciones sufran por el impacto en ellas de estas modernas armas que algunos indebidamente ven como juguetes.
La verdad es que no me sorprende en lo más mínimo que México nuevamente se esté distinguiendo en la comunidad internacional de manera negativa. Para nadie con un mínimo de integridad o inteligencia le debe quedar la menor duda que los habitantes del país nos estamos viendo inmersos en los niveles de anarquía, es decir, falta de orden en todos los sentidos, necesarios para que el respeto a la vida haya pasado a un plano tan bajo como ocurre en el México de finales de un sexenio lopezobradorista al que con justa razón y por diversos motivos debemos culpar por los niveles de falta de civilidad que el atentado a este 747 refleja.
El problema aeronáuticamente hablando es que la justificada percepción de inseguridad en el espacio aéreo mexicano que el empleo de rayos láser para jugar “al inteligente” o “al simpático” puede terminar por causar tal nivel de alarma entre los operadores aéreos, especialmente los extranjeros y sus autoridades, como para que se restrinjan, si es que no se prohíban, los vuelos a los aeropuertos mexicanos más afectados por este tipo de ataques, caso de los que sirven al Valle de México.
La pregunta es obligada: ¿Hasta cuándo vamos los mexicanos a seguir permitiendo el deterioro de la institucionalidad que ha acompañado la gestión del gobierno morenista?
Creo que es tiempo de que, sin llegar a los extremos en materia de desprecio a los derechos humanos que han evidenciado, por ejemplo, gobiernos como el de Bukele en El Salvador, en México se instaure un régimen que no solamente opere con cero tolerancia ante la impunidad, sino algo muy importante: que promueva su erradicación desde la base de la sociedad que es la familia. Recuerdo haber comentado que, en mi opinión, en la medida en la que no pongamos orden nuestras casas no podemos esperar que nadie lo ponga en la calle. Quien firma esta entrega vive en un condominio en el que el conserje hace lo que quiere debido a que los vecinos se sienten cómodos con sus tropelerías, le tienen miedo y no aplican como correspondería un reglamento condominal que por cierto se han negado a actualizar. Este analista, al final de cuentas huésped en el conjunto no puede más que denunciar y presionar a su casera para que haga conciencia de ello. Desgraciadamente la dama en comento como buena mexicana prefiere “no buscarle” y seguir disfrutando los servicios de ese empleado que a todas luces abusa no solamente de ella, sino del resto de los condóminos. Lógicamente la corrupción del conserje se viste de impunidad, como se viste la de todos y cada una las personas que emplean un láser para, a la “Star Wars”, apuntarlo hacia lo que sea, inclusive hacia lo que por ello es puesto en peligro, caso de una aeronave en vuelo.
Me duele decirlo, pero a estas alturas prefiero en México un gobierno verdaderamente implacable, sustentado en la legalidad, aun cuando se puedan caer en algunos abusos, que un gobierno en el que el líder se atreva a afirmar que “no le vengan con que la ley es la ley”, “que no hay más autoridad que la de él, inclusive la ley” o que manda al diablo a las instituciones.
Pero ¡cuidado!, no estoy hablando de una administración pública militarizada, sino de una civil en la que las fuerzas armadas contribuyan a garantizar el orden en marco de sus atribuciones legales.
Dicho en pocas palabras: nos están dejando un México en tal mal estado que como el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México hay que volver a construirlo desde cero, algo que debe comenzar desde la adquisición “en casa” de valores tan esenciales como son el respeto al derecho ajeno.
¿Sueno enojado? ¡Claro que lo estoy! De ahí mi insistencia en la importancia de salir a votar el próximo 2 de junio y de hacerlo de manera responsable pensando en México y no en unos pesos que les llegan a algunos ciudadanos en forma de programas sociales con claros tintes propagandísticos.
Por lo pronto que se vayan literalmente a visitar un rancho en Palenque esos imbéciles que se la pasaron a todo dar atacando con láser ese 747 y también los policías que debieron impedirlo y no lo hicieron por incompetencia, por miedo o porque, en una de esas también se divirtieron con el lamentable espectáculo.
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