Leo en una nota publicada el pasado 15 de noviembre de 2023 en el periódico Reforma que, para los empresarios turísticos, representados por el Consejo Nacional Empresarial Turístico, no hay lugar para que las fuerzas armadas realicen obras o presten servicios a la industria. Cito: “No hay espacio para que los militares se hagan cargo de la construcción y operaciones de servicios turísticos, por lo que consideramos necesaria la desmilitarización de la actividad turística”, según las palabras del presidente de dicho organismo. ¡Bravo, aplausos!
Pero, ¿no será que se tardaron en pronunciarse los empresarios tomando en cuenta el grado de avance de los militares mexicanos en la provisión de los servicios en comento?
Hace unos días personal en filtros de seguridad del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a cargo de la Secretaría de Marina no le dejaron pasar a mi octogenaria madre un importante y costoso producto médico en forma de gel contenido en un envase de 110 mililitros, que sin duda superan los 100 que marca el protocolo es el límite, mismo personal a quien la acompañaba en su vuelo los mismos “estrictos y responsables” funcionarios de seguridad le permitieron acceder a salas de última espera por ese mismo filtro empleando una credencial de elector vencida, expedida hace más de 20 es años, es decir, con una imagen de su titular que dista de la actual, por lo que es válido afirmar que por ello no se cumplió con la obligación de validar la identidad de quien pretende acceder a áreas estériles en el aeropuerto.
Una vez en salas y habiéndonos encontrado con módulos información sin atender, al pretender ubicar cierto servicio, quien firma esta nota intentó obtener su ubicación por medio de un marino destacado en dicha terminal aérea quien simple y sencillamente desconocía en lo más mínimo su oferta de servicios, limitándose a decirme: “creo que por ahí está”, algo que lógicamente me molestó, tanto así que respetuosamente le reclamé su mal servicio. Su respuesta no me sorprendió, pero debería dejarnos fríos: “no me hable de esa manera, yo estoy aquí por su seguridad no para darle información o ser su empleado”. Lo irónico es que el intercambio fue presenciado por un elemento de la Policía Auxiliar de la Ciudad de México quien amablemente no solamente nos orientó, sino que inclusive se ofreció a ayudar a que mi madre llegase a donde pretendía, ante lo cual el marino no hizo otra cosa que mirar de frente, desentendiéndose de todo.
No hay que olvidar que además de los aeropuertos, el tren en la región maya y la aerolínea, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) está construyendo, y pronto contará con una cantidad importante de hoteles de alto nivel y gran tamaño bajo su administración, más allá de aquellos con los que ya disponía en algunos campos militares, a los que se sumarán los de destinos como Calakmul, Chichen Itzá, Edzna, Nuevo Uxmal, Palenque y Tulum, no precisamente como los primeros, destinados a atender las necesidades de hospedaje de las fuerzas armadas, sino enfocados al turismo civil nacional y extranjero de México.
Lo voy a decir lo más claramente posible: si bien valoro el papel de último garante de la paz y la seguridad interna y externa de México que tienen las armas institucionales nacionales, la presencia de militares en los destinos turísticos de México, siquiera haciendo tales labores no me parece una buena noticia, y menos que ahora se estén convirtiendo en empresarios a cargo de servicios que deben ser prestados por civiles nacionales o extranjeros, esto último hasta donde la ley lo permita.
Me temo que quien gobierne México a partir del 2024 se va a enfrentar al reto de reconocer la magnitud del error de haber ordenado los militares mexicanos a hacerse cargo de ellos, matizando el peso de la orden acompañándola de la falsa oferta de que las utilidades que de ellos se deriven servirán para su seguridad social y pensiones. No falta ser un genio en negocios para darse cuenta que la mayoría de los emprendimientos civiles aeronáuticos, ferroviarios, náuticos y turísticos a cargo de la Sedena y la Marina no serán rentables y requerirán enormes subsidios gubernamentales para ser concluidos y operados por los que los beneficios a las familias de los militares no serán muy claros que digamos, a no ser por los empleos que se pondrán a su disposición, y es que tengo motivos para comentar que a la hora de contratar personal, las empresas castrenses favorecen a militares en activo o retirados, a sus familiares, ahijados o amigos, en especial en los puestos de mayor ingreso.
Estimados empresarios turísticos, respetuosamente les suplico que su reciente condena a la militarización del turismo en México no quede en palabras y que venga acompañada de acciones coordinadas con otros gremios, partidos políticos, organizaciones civiles nacionales e internacionales, actores públicos y privados, proveedores de servicios y hasta con integrantes de las propias fuerzas armadas, para que a partir del 2024 comiencen a regresar a sus cuarteles los actuales “turisteros” de bota y uniforme y dejen a quienes en manos de quienes saben y deben hacerlo, la atención de estas actividades y de sus favorecedores.
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