Las noticias que emanan de la hermosa Colombia indican que el Aeropuerto Internacional “El Dorado” que sirve a Bogotá, su capital nacional, podría contar en el futuro con una tercera pista, la cual respaldaría la expansión de sus edificios terminales, recientemente remodelados y ampliados, que sumarían además otras 20 posiciones, lo que sin duda contribuirá a consolidar la capacidad e importancia del principal aeropuerto carguero de América Latina, que con más de treinta millones de pasajeros al año, ocupa también el tercer lugar en este segmento, detrás del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y del “Guarulhos” de San Paulo, Brasil.
“El Dorado” había operado con una sola pista desde el año 1959 hasta 1998 cuando comenzó a contar con una muy necesaria segunda facilidad.
El que se estén haciendo planes para una tercera dice varias cosas: primero, que la demanda de aerotransporte en Bogotá sigue en aumento; segundo, que las autoridades nacionales, caso de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) y del concesionario del aeropuerto (Opain, S.A.) están tomando cartas en el asunto de resolver el problema de contar con la infraestructura aeroportuaria que requiere la región; y tercero, y me parece destacable, que “El Dorado” cuenta, ya sea en su perímetro concesionado o en sus alrededores a una distancia razonable, con terrenos donde construirla, aparentemente sin grandes complicaciones.
¿Qué tal le caerían al AICM espacios técnica, económica y políticamente susceptibles de construir en ellos una pista adicional?
De hecho, desde hace décadas, administración tras administración han estudiado esta opción sin haber podido encontrar una alternativa verdaderamente viable, lo cual ha llevado a la necesidad de construir un nuevo aeropuerto, tal y como sucederá, todo indica ahora, en Santa Lucía, Estado de México.
El virtual cerco urbano al que está sujeto el AICM y las características de los terrenos en el lago de Texcoco, al norte de su perímetro, sin duda contribuyen en la problemática.
La verdad es que los bogotanos me dan envidia, como me la dan, por ejemplo, los habitantes de Chicago, que han visto cómo se ha expandido en sus lados aire y tierra, el de por sí enorme aeropuerto O´Hare, y como me la generan los de cualquier otra metrópolis cuyo aeropuerto actual tenga para dónde crecer.
De esta manera, no me queda otra que felicitar a Colombia, en particular a su aerotransporte, que, apuntalado por la oportunidad de contar una mayor y mejor infraestructura sin verse forzados a construir un nuevo aeropuerto, tiene todo para seguir desarrollándose y así contribuir al bienestar nacional.
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